martes, 26 de abril de 2011

Por dignidad

La dignidad, ese bien humano que a menudo pugna contra el orgullo, es un adjetivo indiferente a la clase política. A menudo, hemos visto casos de orgullo mayor donde la mentira se coloca por encima del bien común con tal fin de aferrarse al poder y así seguir perdiendo un poquito más la poca dignidad que queda. No hay políticos dignos, no hay función de servicio a la ciudadanía. Todo lo contrario.

Muy claro debe tener el vicepresidente Chaves que su hijo no ha cobrado comisiones para tener que estar espantando golpes día sí, día también. Le siguen sacando pruebas, le siguen inmiscuyendo en una trama de EREs que supone un precendete (uno más) vergonzoso para nuestra democracia y él sigue aguantando los golpes como un mal boxeador. Más allá de las verdades y más allá de la mentiras, tras la primera acusación debería haber tomado medidas. O me quedo y voy con todo o me voy y conservo mi dignidad. Ni una cosa ni la otra. Un mal ejemplo más de nuestra clase política.

martes, 19 de abril de 2011

Te cambia la vida

Lo dice todo el mundo que experimenta la sensación de ser padre y cuando les escuchas tiendes a pensar en qué seguramente exageran. Pero no lo hacen. Basta una lágrima, una queja, un gesto de dolor o una fiebre alta para que se disparen todas las alarmas. De repente a tí no de duele nada, no eres feliz con nada y no necesitas nada que no sea que el peque se ponga bueno. Sólo te importa él. Realmente, estos renacuajos te cambian la vida.

jueves, 14 de abril de 2011

Rodeado de gilipollas

Los veo cada día en mi trabajo, no puedo dar un paso sin sentir su aliento de rastrero, sus ínfulas de gente importante, sus tonterías incontroladas. Me veo obligado a seguirles el paso mientras les pongo mala cara, les contesto airadamente o simplemente no les hago ni caso. Tengo que aguantarlos porque dice la gente que la crisis nos obliga a aferrarnos al puesto de trabajo como un jinete se aferra a las riendas de su caballo cuando a alcanzado el punto álgido del galope. Algún día me bajaré del caballo en marcha y me partiré la espalda, pero me quedaré tan a gusto mandando a todos estos gilipollas a tomar por culo.

martes, 5 de abril de 2011

Instintos primarios

Parece mentira como podemos hacer un mundo de un pequeño problema. Basta con pinchar una rueda a las tantas de la tarde y a sesenta kilómetros de tu casa cuando tienes el tiempo justo para ir a hacer el relevo a tu mujer y quedarte al lado de tu hijo, para que salten todas las alarmas cerebrales, dejar efervescer a los instintos y poner el grito en el cielo. Los problemas, generalmente, tienen solución. Bastó una llamada al seguro, una grúa, un cambio y una mañana perdida de trabajo para arreglar la rueda pinchada. Y el niño, mientras tanto, durmiendo como un bendito en casa ajena. Siempre hay alguien dispuesto a echarte una mano, siempre hay un resquicio donde encontrar una solución. Lo peor de todo es que sé que la próxima vez que me ocurra algo parecido volveré a perder los nervios. Las personas pueden cambiar, pero los instintos primarios siguen siendo incontrolables.

lunes, 4 de abril de 2011

Un hijo tonto

En los pueblos de la España rural, allá donde la hombría se demuestra en el tajo, en el bar y en el sofá y la mujer hacendosa es aquella que renuncia a sus sueños para hacerse con las llaves de su casa y criar a sus hijos a la sombra de un cepillo y una fregona, las leyes europeas que han modernizado a España no han calado con igual entusiasmo como lo han podido hacer en otros países del entorno. De esta manera, mientras muchos homosexuales siguen saliendo del armario donde durante cientos de años estuvieron escondidos y reprimidos, en muchos lugares sigue siendo una deshonra aquello de tener un hijo marica. Ahora bien, si de deshonras hablamos, no hay nada peor para aquellas mentalidades del siglo XX más rancio que aquello de tener un hijo perro. Hay frases que quedan grabadas en la memoria colectiva de quien debe sacar pecho por la ejemplarización de la familia: "¡Qué no se diga!". El qué dirán es muy malo. De esta manera, entre el miedo al que dirán y el chantaje emocional al que saben que no digan nada, mis padres han criado a dos hijos listos y a un hijo tonto. Ese soy yo. El que nadie sabe como es porque otros ya sabemos como son.