miércoles, 15 de octubre de 2014

Miedo

Vivir con miedo es normal en cuanto no eres tú quien controla una situación. Cuando eres capaz de medir el riesgo y tomar una precaución, puedes caminar tranquilo por la vida, pues de lo contrario, te convertirías en un temerario. En tal caso, el miedo sería un problema secundario para tí.

El problema de no tener la capacidad congnoscitiva de controlar el peligro es tener la sensación de que todo puede escapar de tus manos. Ves a una persona morirse apenas a unos kilómetros de ti y no eres capaz de precedir si su fatal destino es el final o simplemente el principio de una devastación. Y es entonces donde visualizas tu debilidad, donde pronosticas tu posible escapatoria y donde te das cuenta de que solamente puedes salvarte si la fatalidad pasa de largo cuando camine cerca de tu casa.

Reconozcámonos como egoístas. Una enfermedad contagiosa se expanden a miles de kilómetros de nuestra casa y seguimos planeando el futuro a corto plazo mientras masticamos, ajenos a la realidad, desde el sofá de casa. Pero cuando el virus viaja tanto como para acomodarse a pocos kilómetros de nuestro domicilio es cuando comienzan las dudas, comienzan los planteamientos y comienza a notarse el miedo. Ni Teresa, ni los que ahora la cuidan, habrán sido capaces de controlar el virus porque todos estamos expuestos a una decision ajena y a un error propio. Es la naturaleza del ser humano. Y cuando entramos en pánicos nos quedan dos opciones: escapar o esperar que la fatalidad pase de largo cuando camine cerca de tu casa.

miércoles, 8 de octubre de 2014

La cuestión católica

Hay quien lleva dictando leyes durante siglos y se cree con la potestad de seguir imponiendo los designios de su Dios por su supuesta gracia divina. Hay quien aún no ha entendido que la sociedad occidental ha ido dando pasos de gigante mientras ellos miraban desde su vitrina opaca y avanzaban hacia atrás, como los cangrejos. Hay quien aún duda de la moralidad del ser humano por el único hecho de no saberse creedor de un ser todopoderoso. Hay quien ruega a Dios y apreta el mazo con ambas manos para atizar palos de ciego que aún, en ocasiones, suelen dañar la carne de quien no lo merece.

Hay quien intenta llevar las cuestiones a su terreno. La cuestión del aborto la han convertido en una cuestión católica y no se dan cuenta de que el proyecto de ley ha fracasado porque suponía un atentando contra la voluntad de las mujeres y no a favor de la defensa del concebido, tal y como exclamaban. El aborto libre, tal y como ellos denuncian, tendría el peligro de que todas las embarazadas terminasen tumbadas en la camilla de un cirujano. No es así. No existe el aborto libre; existe el aborto consensuado, el aborto voluntario ante diferentes situaciones particulares y el aborto obligado por trauma personal.

Las leyes, más que con el cilicio entre las ingles, deben hacerse con la cabeza. Cuando los ciudadanos votan una opción no están reclamando una dictadura ideológica. Y si lo hacen, es que algo está fallando. Las leyes, hasta hace poco, fueron una cuestión católica antes de una cuestión de estado. Hablan de la transición y hablan de un estado laico, pero aún hay quien no ha entendido lo que todo eso debe significar.