Recuerdo cuando cumplí dieciocho años. Entonces, una amiga que tenía y que se llamaba Elena (de la cual hace mucho tiempo que no sé nada) me regaló una camiseta del Atleti con la publicidad de "Marbella". Aún la conservo. Sus padres tenían una tienda de deportes y la pudo sustraer del almacén. Le salió gratis, sí, pero fue todo un detallazo por su parte. Era una época en la que los amigos eran la vida, el aire, el motivo. Los dieciocho años te invitan a comerte el mundo, a soñar a lo grande, a actuar, a beber, a celebrar, a ser un inconsciente. No me arrepiento de nada y tengo muy buenos recuerdos de aquella época. Ahora han pasado dieciocho años más y hoy cumplo treinta y seis. Se puede decir que soy dos veces mayor de edad. Tanto tiempo esperando aquellos dieciocho y tanto vértigo con estos treinta y seis al comprobar todo lo que ha quedado detrás. Pero por delante aún tengo una vida, una mujer maravillosa y un hijo que es un fenómeno mundial. No me quejo. Ya no me regalan camisetas del Atleti, pero sigo teniendo a mucha gente dispuesta a encender el teléfono a las siete de la mañana y enviarme decenas de mensajes de felicitación. Gracias a todos ellos sigo siendo joven. Con menos ganas de comerme el mundo, menos soñador, más pasivo, más controlado y menos inconsciente. Pero igual de feliz que cuando cumplí dieciocho.
Naturalidad
Hace 1 semana