miércoles, 17 de abril de 2019

Noche toledana

En el año 803 d.c., gobernaba en Córdoba, capital del califato de Al-Andalus, el emir Al-Hakam I. En la ciudad de Toledo, sometida al Califa, convivían musulmanes, judíos y cristianos, muchos de ellos nobles y, la mayoría, molestos con la forma de gobernar del wazir de la ciudad, Jusuf-Ben-Amru. Amru era despiadado, injusto y nada benevolente. Tras una decisión en la que aprobó un edicto que iba en contra de los nobles toledanos, estos se rebelaron contra el wazir de tal manera que asaltaron su palacio y le hicieron preso para después decapitarlo en la plaza pública. Muley, el consejero que el emir tenía en Toledo, corrió a Córdoba para contarle a Al-Hakam todo lo sucedido. La respuesta del emir fue enviar a Toledo al padre del decapitado Wazir, Amru I.
Amru, el padre, gobernó la ciudad con condescendencia, bondad y comprensión. Se formó un Consejo de nobles, que tras el recelo inicial, posaron toda su confianza en el nuevo wazir al comprobar que éste no tomaba ninguna decisión sin consultarla primero con ellos. De tal forma se apaciguó a la ciudad hasta que a esta llegó el príncipe Abderramán I. El primogénito del emir llegaba desde Córdoba camino de Zaragoza y había hecho parada en Toledo para descansar, dar de comer a sus hombres y de beber a sus caballos. Amru, en su condición de wazir de la ciudad, organizó un festín en honor al príncipe e invitó a su palacio a todos los nobles de la ciudad. Adornó las oscuras calles con antorchas y engalanó la entrada al palacio con las mejores sedas. De aquella forma, ningún noble se perdió por el camino y pudo entrar emocionado a lo que, creían, sería una recepción inolvidable.
Y lo fue, pero no por lo que ellos habían imaginado. A medida que los nobles iban entrando al palacio, fuertes guerreros musulmanes los iban conduciendo a un patio interior donde habían cavado una fosa. Al pie de la misma, todos los nobles, uno a uno, fueron siendo decapitados y arrojados al fondo. Una vez no quedó un noble con vida, cada una de las cabezas fue clavada en una pica para que, a la mañana siguiente, los ciudadanos de Toledo comprobasen qué les ocurriría si volviesen a perpretar una revuelta. Amru, satisfecho por la perfecta ejecución de su plan, se dirigió a la tumba de su hijo y le expresó con devoción palabras que habían sido promesa. "¡Hijo mío, ya puedes dormir en paz, pues ya has sido vengado!".
Desde entonces, cada vez que alguien pasa una noche en vela por un mal motivo, bien no puede dormir por encontrarse mal, por tener alguna preocupación o porque alguien no le ha dejado hacerlo, al levantarse por la mañana y sentirse preso del agotamiento, suele decir que ha pasado una noche toledana. La referencia proviene de aquella noche del siglo IX en el que cientos de nobles toledanos fueron pasados por la espada tras ser engañados con palabras serviles.

lunes, 15 de abril de 2019

El tío mierda

El tío mierda es aquel que esconde la cabeza, cual avestruz, y espera que pase el temporal para poder proteger su cabeza. El tío mierda protege también su culo, sobre todo su culo porque ha aprendido a lamer los ajenos, sobre todo los de aquellos que creen que le situarán en el escalafón más alto por su alto grado de servicio peloteril.

El tío mierda es aquel que vende motos sin creerse su propio discurso, aquel que reúne a la gente por separado y le va metiendo mierda sobre lo que otros dicen de ellos, aquel que no sabe tomar una decisión y prefiere el silencio a la verdad, la inutilidad a la eficiencia, las medias mentiras a las palabras a la cara.

El tío mierda sigue a lo suyo, sin tener ni puta idea de nada, trepando sin descanso, preguntando a otros cada vez que le preguntan algo a él y rebotando la pelota cada vez que le cae un marrón. Porque el tío mierda piensa mucho y hace poco. Piensa todo el día en hacer lo menos posible mientras busca el momento para ponerse la medalla. Porque el tío mierda no es persona moralmente sino morralla de la que conviene estar lejos.

El tío mierda te vende, el tío mierda te miente, el tío mierda te utiliza, el tío mierda no es capaz de valorarte porque el tío mierda no ve más allá de su propio ombligo. Ni gracias, ni las esperes. Se nos ha ido una compañera y el tío mierda sigue ahí, en su sillón, anclado, viendo como se van los que valen y no haciendo nada por evitarlo. Porque primero su culo y después, si acaso, el de los demás.

martes, 9 de abril de 2019

Las cloacas

En las cloacas viven las ratas, anidan las alimañas, se esconden las serpientes. Las cloacas están llenas de barro, de lodo, de mierda, de asco. Allí abajo, mientras los demás caminamos por la calle ignorantes ante la vicisitud, se componen planes estratégicos, se dibujan ilusiones ficticias, se hacen las cuentas de la lechera con el cántaro siempre en poder de los más poderosos.

Es inadmisible, en democracia, el juego de ratas y excrementos al que están jugando los poderes fácticos con el fin de eliminar a un adversario político. Pero más inadmisible aún es el silencio cómplice con el que están contando como aliado. El silencio de unos medios que morirían por un Watergate y el silencio de unos partidos que rasgarían sus venas si fuesen ellos los afectados.

"No permitas que la verdad te estropee una bonita historia". Al viejo dicho periodístico se están ciñiendo los medios para callar lo que quieren y decir sólo lo que pueden. No entiendo qué miedo pueden tener de un partido que va abajo en las encuestas, de un ideario que, aunque bonito, suena más a quimérico que a pragmático, de un grupo de gente que, hasta ahora, ha amagado con mucho pero golpeado con poco.

¿Es indecente este espionaje o lo que realmente nos a escandalizado es que se sepa? Comprobando el resultado de estas filtraciones, todo nos lleva a pensar que estamos en manos de tipos que juegan con nosotros a lo que quieren. El problema, más allá de una maquinaria que no podemos desengrasar, está en la complicidad de quienes manejan la información. Lo que debería ser un escándalo sin precedentes en la historia del país se está convirtiendo en un anecdotario somero que va pasando por los telediarios como un paño de seda va resbalando por el aire en un día de viento. Se perderá el paño, se perderá la noticia, se perderá el rastro y volverá la demagogia a gobernar el horizonte.

lunes, 1 de abril de 2019

Todos al suelo

En 1981 la democracia, en España, aún era un concepto demasiado frágil como para poder tenerse en cuenta en la sociedad. Los viejos, muchos, añoraban el viejo régimen y muchos jóvenes remaban en la dirección que imponían los nuevos gobernantes. Unos más, otros menos, pero casi todos intentaban olvidar el pasado y abrir una nueva etapa. Fue aquello que llamaron transición y que con el tiempo muchos vendieron con modélica cuando en realidad fue el polvo de los lodos actuales.

Los niños jugábamos en los descampados y desconocíamos los entramados políticos del país. No conocíamos el nombre del presidente del Gobierno por más que Suárez se hubiese empeñado en ser el tipo más mediático del momento. Por parte de nuestros padres, escuchábamos el nombre de un tal Felipe, pero a nosotros nos preocupaba bajar a la calle con una pelota y correr detrás de nuestros amigos.

Realmente no fuimos conscientes de lo que había ocurrido hasta pasados unos años. Hasta que, en los noventa, y libro de historia en mano, nos contaron que la democracia bajo cuyo amparo vivíamos, había sido amenazada de muerte. Que nuestros padres habían pasado una noche sin dormir, pegados al transistor. Y que días después un millón de personas invadieron Madrid suplicando libertad.

A nosotros, lo que nos quedó de aquel día de golpe de Estado, fueron las cintas de chistes de Arévalo y los juegos de calle donde, persiguiéndonos unos a los otros, nos gritábamos "¡Todos al suelo, que viene Tejero!".