viernes, 31 de mayo de 2019

Gracias, Manuela

La integridad no se vende y mucho menos se compra, la sencillez no se fabrica sino que crece de manera espontánea, la educación no se supone sino que se se impone, la honradez, sobre todo, se gana con hechos y nunca con meras palabras. Los que hemos conocido a la mujer que nos cambió las miras políticas solamente podemos decir "Gracias".

Gracias, Manuela, por haber intentado hacer política con la cabeza dejando el corazón en el puño de los hombres malos. Gracias, Manuela, por haber creído en la regeneración y haber aplaudido la integración. Gracias, Manuela, por haber construido sueños alrededor de un principio y haber conseguido el aplauso de aquellos que quisieron creer en ti y no se sintieron decepcionados.

La vida es un agujero negro que engulle a los corazones más negros y tienta a los que se cincelan con piedra. Es un camino hacia la memoria donde las bifurcaciones conducen al olvido y a la retórica. Cuando alguien prefiere mirar a los ojos antes que mirar al cerebro, se gana el agradecimiento de quien le cree porque la sinceridad se vende con caramelos en una época en la que la mentira se ha convertido en la moneda de cambio más suculenta.

Los que van a apostar al verde por corromper tu legado, jamás sabrán que el corazón se gana con la mirada y se conquista con la palabra. Tu palabra, sencilla como pocas, ha condecorado actos de solución y convivencia. Fueron algunos los puntos negros y ninguna la oportunidad para corregirlos. Más allá de las ausencias, quedarán, para siempre, la absurda connivencia de las acusaciones; cabalgatas, refugiados, atascos. Nimiedades en comparación con la verdadera necesidad. Convivir, crecer, creer.

martes, 28 de mayo de 2019

Secretariat

Cuando, en 1968, el acaudalado Chris Chenery enviuda y conoce que sufre una enfermedad que le produce demencia, nadie podía anticipar que la decisión que estaba a punto de tomar cambiaría para siempre la historia de la hípica.
Christopher Chenery era un rico hombre de negocios que se había hecho a sí mismo. El típico triunfador americano que gusta de aparecer en portadas de revista y listas de empresarios de éxito. Apasionado de los caballos desde joven, no paró hasta montar su propio establo e iniciar un negocio de cría de potros de carreras. Aquella pasión es trasladada a sus hijos, Hollen y Margaret y, sobre todo, a la pequeña Helen, a la que todos llamarán Penny y en quien confía para dejarle las riendas del negocio familiar.

Penny se había mudado a Colorado tras contraer matrimonio y se había convertido en la ama de casa ejemplar; abnegada esposa y sacrificada madre que había dejado a un lado sus sueños para dedicar todo su tiempo a la familia. Pero Penny no era una simple mujer al uso. Durante años había estudiado pacientemente con el único sueño de hacerse cargo en el futuro del negocio de su padre, pero todos los hijos de Christopher Chenery siguieron un camino que les llevó lejos de los establos Medow. Hollen, el mayor, prefirió el mundo de las finanzas, y Margaret y Penny se vieron abocadas al mundo sumiso del hogar. No había heredero para el negocio y fue por ello que Hollen sugirió a sus hermanas la venta del establo. Aquella idea no le resultó a Penny nada atractiva y viajó a casa para hacer el petate y regresar a Virginia. Los establos Medow tenían una nueva gestora y seguía siendo una Chenery. Hubo de desoir las quejas de su marido y aleccionar sobre la vida a sus cuatro hijos. A partir de entonces, su madre estaría más lejos de ellos. Quizá fueran sólo unos meses, la gente no le auguraba mucho futuro a una mujer en aquel mundo manejado por hombres.

Penny Chenery había estudiado Administración de Empresas en la universidad y era una mujer mucho más preparada de lo que la gente podría llegar a imaginarse. Pero por encima de todo, Penny Chenery era una mujer intuitiva. Una de las primeras decisiones que tomó al frente de los establos Medow fue la de reunirse con el magnate Egden Phipps. Phipss era un millonario recto que administraba varias empresas y casi todos los establos del estado. Antes de enfermar, Christopher Chenery le había cedido el derecho de aparear su mejor semental, de nombre Bold Runner, con dos de sus yeguas, Hasty Matilda y Something Royal. Una vez que el caballo hubiese cubierto a las hembras, ambos se jugarían a cara o cruz con quien de las dos crías se quedaba. Penny acudió a la cita con sus mejores galas y usó la palabra para confundir a Phipps. Con un par de frases le hizo creer que no habría mejor potro que el nacido del vientre de Hasty Matilda, pero ella ya sabía que su elección debía ser la cría parida por Something Royal. Cuando la moneda voló por el aire, Penny Chenery ya sabía qué caballo sería el suyo. Salió cara, tal y como había pedido Egden Phipps y el millonario no tardó en decir un nombre: Hasty Matilda. Todo había salido tal y como se había planeado.

El treinta de marzo de 1970, en los establos Medow, propiedad de la familia Chenery, nació el potro hijo de Bold Ruler y Something Royal. Era un ejemplar único; grandote, fibroso, rojo como la sangre. El nombre les llegó a todos los presentes a la cabeza casi al unísono, se llamaría Big Red. Aquella mujer audaz se empeñó en hacer de Big Red un campeón inigualable y, para ello, hubo de llamar a la puerta de dos de los hombres más controvertidos del mundo de las carreras de caballos.

Lucien Laurie era un prestidigitador que llevaba demasiados años en la sombra como para querer molestarse en entrenar a un potro recién nacido. Antiguo jockey y hombre parco en palabras, solo pudo decir que sí cuando Penny le prometió total independencia y ninguna intromisión en su trabajo. Elegido el entrenador, solamente quedaba elegir al jockey. Un caballo tan bravo necesitaba alguien con carácter para tomarle por las riendas. El elegido fue Ron Turcotte, un controvertido jinete con la cara llena de magulladuras y la mirada picada por el orgullo.

Big Red, a quien en el circuito pronto se conocería como Secretariat, debutó en julio de 1972 y solamente pudo ser quinto. Aquel resultado no vaticinaba nada bueno y en los círculos de la hípica ya se hablaba del gran acierto que había tenido Edgen Phipps al escoger al potro de Hasty Matilda. Pero las palabras son solamente papel mojado que se desintegra cuando la razón impera por encima de los deseos. Secretariat ganó sus siguientes cinco carreras y, de defenestrado, pasó a ocupar todas la portadas de revista mensuales. Al finalizar 1972 fue nombrado caballo del año y Penny Chenery fue alabada como una excelente gestora. Pero lo mejor aún estaba por llegar.

Normalmente, el tercer año es el más complicado para un caballo. Se hablaba de demasiados ejemplos de potros ganadores de dos años que, al tercer año se habían desplomado estrepitosamente y no habían terminado valiendo ni como sementales. Los peores augurios se cernían sobre Secretariat mientras Lucien Laurie y Penny Chenery preparaban el asalto a la triple corona.

La triple corona es la sucesión de las tres carreras más importantes del circuito americano y que solamente disputan caballos de tres años. Se trata de vencer, consecutivamente, en Kentucky, Prekness y Belmont. Todo un hito que, hasta la fecha, solamente había conseguido un caballo. Y hacía veinticinco años de aquello.

Pero si por algo se caracterizaba Penny Chenery era por su audacia y su fe. Penny creía ciegamente en su caballo. Adoraba a su caballo. Sabía que, por encima de cualquier circunstancia, tenía el mejor caballo de carreras del mundo. Y aquella era una carta demasiado segura como para no arriesgarse en una partida ganadora.

Después de cada entrevista, antes de que los periodistas abandonasen los establos Medow, Secretariat parecía esbozar una sonrisa y posaba para la cámara con total naturalidad. Todo el mundo estaba asombrado con aquel caballo; no sólo ganaba carreras, también tenía tiempo para sonreirle a la cámara, para hacerse el simpático en público, para alardear de zancada en cada entrenamiento. Un campeón de piel roja, músculos marcados y rictus de ganador.

Bay Shore, Gothan Stakes y Wood Memorial iban a poner al público sobre la pista en pos de una futura apuesta de cara a la triple corona. Tres carreras menores, pero una puesta de largo bastante interesante a modo de preparación. Secretariat ganó las dos primeras y salió en la tercera con una grave infección bucal. Aquel caballo no eran el que todos conocían y, como tal, quedó tercero, poniendo en alerta a todos los corredores de apuestas. Los agoreros lo tuvieron claro; el caballo ganador había perdido fuelle.

Las tres carreras que forman la triple corona van de menor a mayor en su grado de dificultad. El derbi de Kentucky, sin ser una carrera fácil sí es la más cómoda de las tres; menos distancia, mejor empedrado y más espacio para adelantar. Ningún caballo había bajado de los dos minutos hasta entonces. Secretariat lo hizo. Ganó por dos cuerpos y medio y se dejó fotografiar coronado de laurel y con el record del mundo en manos de Turcotte. Pero aún quedaba lo más difícil.

En el Prekness Stakes los caballos recorren dos mil metros sobre arena pesada. La supercifie otorga menos poder de reacción para los caballos rápidos y Secretariat lo notó en la salida. Durante buena parte de la carrera cabalgó en último lugar, Turcotte le apremiaba pero el caballo no avanzaba. Alcanzó al penúltimo cuando la mitad de la carrera ya se había disputado. Quinientos metros más adelante ya iba segundo. Tomó la última curva y se colocó en primer lugar. La gente se puso en pie, algunos se comían el sombrero, otros se frotaban los ojos, la mayoría asistía a aquella exhibición con la boca abierta. Secretariat ganó la carrera y volvió a ser fotografiado colmado de laureles. Pero aún quedaba rematar la faena.

Belmont Stakes era la carrera más larga de las tres. Más de dos kilómetros sobre arena tan fina que producía un molesto polvo en la cabalgada. Por ello, era importante situarse delante desde el principio, para evitar tragar el polvo de los predecesores. Minutos antes de la carrera, Ron Turcotte aparecía nervioso por la zona de jinetes. Montaba a Secretariat y el caballo relinchaba en voz baja, como desconfiando de la fe de su jockey. Lucien Laurie se acercó para acariciar al potro y cruzó la vista con Turcotte. "Hijo", le comentó en voz baja, "no hay manera de que Secretariat pierda hoy. Sólo asegúrate de no caerte del caballo. Créeme, muchacho, este potro que estás montando es el mejor caballo de carreras que jamás ha existido". Las palabras, como un ascua ardiendo sobre la conciencia, parecen alentar más al caballo que al jinete que, simplemente se tenía que dedicar a cumplir con el objetivo; dejarse llevar y no caerse del caballo.

Secretariat se pone primero en la salida y corre. Corre tanto que ningún caballo puede acercarse a menos de treinta cuerpos de él, corre tanto que la gente cree estar viendo una carrera a cámara rápida, corre tanto que bate todos los records habidos y por haber. Turcotte, aferrado a las riendas y con la adrenalina por las nubes, inclina la cabeza en la línea de meta para dar constancia de la victoria. Treinta y un cuerpos por detrás entra el segundo clasificado. La victoria supone el record en dos mil metros sobre arena, record del circuito, record mundial, record histórico. Hasta el día de hoy, ningún caballo ha podido superarlo. Ninguno se ha acercado a igualarlo. Veinticinco años después, un caballo ganaba la triple corona, veinticinco años después, un mito se subía al olimpo de los inmortales.

El veinte de octubre de 1973, Secretariat ganó en Canadá. Ni él mismo, al que le apasionaba correr como un loco descontrolado, podía imaginar que aquella sería su última carrera en competición. En diciembre volvió a ser nombrado caballo del año y su dueña decidió jubilarlo para convertirlo en semental. Un cotizado semental. En el fondo, Penny Chenery sabía que Big Red ya no podía dar más de lo que había dado. Y había dado mucho. En total había ganado dieciseis de las veintiuna carreras que había disputado, pero por encima de las estadísticas estaban las cifras y es que Secretariat había generado casi un millón y medio de dólares en ganancias. Una barbaridad para la época.

Analizando su comportamiento en carrera, se descubrió que su zancada dibujaba un arco de ciento diez grados de ángulo, mucho mayor al de cualquier caballo. El tiempo, los hechos y los recuerdos le situaron en la cima y las listas le colocaron en el primer lugar en todos los rankings. Considerado como el mejor caballo de carreras de la historia, este ejemplar de purasangre fue examinado detenidamente en más de una ocasión, pero no fue hasta su muerte cuando se descubrió el gran secreto de su resistencia en carrera.

En 1989 enferma de Laminitis y la infección le daña los órganos vitales. Con la cara empapada por las lágrimas, Penny Chenery autoriza el sacrificio de su mejor caballo y la autopsia publica un dato que aumentará el tamaño del mito. El corazón de Big Red era tres veces más grande que el de cualquier caballo normal. Como para echarse a temblar. Despedido con honores de estado, Secretariat es incinerado en Medow y Belmont erige una estatua de bronce en su honor que preside la puerta de entrada al hipódromo. Su ascendencia responde a las expectativas, y aunque ninguno de sus hijos iguala sus marcas, las estadísticas apuntan que en total, treinta y seis de sus crías se convierten en caballos ganadores con el tiempo. Es la estirpe inmortal de un caballo inmortalizado en el cine y en la literatura. Un caballo al que el magazine Time incluyó entre los diez atletas más influyentes del siglo veinte y a quien ESPN situó en el puesto número treinta y cinco en su lista de los cien mejores atletas del siglo. Un cuadrúpedo que galopó hacia la historia, un pedazo de memoria en los establos Medow cuyas galopadas recorrieron américa y llenaron de letras cientos de periódicos. El mejor ejemplo de que la intuición femenina va siempre por delante de los hechos, unos hechos que marcaron a fuego los hipódromos de la triple corona. Tres carreras insuperables y un caballo purasangre que escribió un hito en cada zancada.

jueves, 23 de mayo de 2019

Cumplir años

Cumplir años es una manera de saber que estas vivo, es un paso necesario hacia la ilusión, es, también, ilusión marchita por todo lo que quedó atrás y por todo lo que no se consiguió. Cumplir años es cumplir expectativas y saber sacar una sonrisa cuando la gente que te quiere te lo demuestra de alguna manera. Un abrazo, un beso, un mensaje, un deseo.

Cumplir años es una excusa perfecta para volver a reencontrarse con la familia, por seguir manteniendo esa ilusión por los regalos, por sentirse como un niño soplando velas. Es cierto que cumplir años es una promesa interna de cambio y una aceptación, aún más interna, de que lo mejor va quedando atrás. Pero no tiene porque ser una puerta a la depresión, porque lo importante, siempre, es poder cumplirlos.

El otro día hice cuarenta y tres y la familia me llenó el armario de ropa nueva. Como soy fácil de contentar, me bastó verlos a todos juntos para sentirme, una vez más, un hombre dichoso. Soplé las velas con los niños y les insté a disfrutarlo todo a tope. Porque cuando llegue el último cumpleaños, todos ajustaremos cuentas con nosotros mismos y yo tengo aún alguna pendiente de saldar.

martes, 21 de mayo de 2019

Ambición

La ambición es un pecado difrazado de cualidad, es un abrazo a la soberbia que solamente encuentra acomodo cuando nos disfraza el poder, cuando nos come la envidia, cuando nos levanta la duda moral sobre el éxito ajeno. La ambición convierte en débiles a los fuertes porque, aunque crean que en su carrera hacia la gloria no importan los obstáculos, no hay mayor tropiezo que el que propone la memoria, porque más allá de la historia existe un rincón para los canallas y otro para los suicidas.

Las nuevas guerras se dirimen en el comercio antes que en las calles. A Trump no le ha gustado que China le haya ganado la carrera a su país por el control de la nueva tecnología 5G y ha decidido utilizar el mayor arma a su alcance. Google veta a Huawei y China se queda colgada por la paralización de su gigante tecnológico. Antes la astucia que las armas, debió pensar. El problema es que, quizá, si llega el momento, no tendrá reparos en utilizarlas.

Los hombres ambicionan poder y los súbditos, fieles consumidores de cada una de sus palabras, o bien rendimos pleitesía a sus caprichos o bien tenemos que conformarnos con apretar los dientes y ver los toros desde la barrera. El pastel será para unos pocos por lo que nunca entenderé porque han de pagar el pato quienes, como siempre, no tienen culpa de nada.

Así que nada, aquí quedaremos todos mirando como se pegan, como ellos ganan y como nosotros perdemos. No tengo un Huawei, pero tanto me da, podría haber sido otra compañía y podría haber sido otro país porque el afán colonialista del partido republicano ni tiene ni tendrá fin.

jueves, 16 de mayo de 2019

Jonah Lomu

Cuando la naturaleza te dota de unas cualidades físicas extraordinarias solamente puedes elegir un camino, el que conduce hacia el éxito. El rugby, jamás vio un portento igual a Jonah Lomu y, probablemente, jamás lo volverá a ver. Aupado a los altares por la naturaleza, fue la propia naturaleza la encargada de terminar con su carrera. Una afección en el riñón le convirtió en humano y, cuando se rebajo al nivel de los demás, no dejó de ser un buen jugador más. Pero para la historia, y la memoria, quedarán aquellas carreras en las que los rivales parecían transparentes, simples moscas molestas en su camino a la gloria. 

miércoles, 8 de mayo de 2019

Valencia en familia

Los viajes en familia son una bonita esquirla en la memoria, una buena manera de construir un pasado y una plataforma perfecta para seguir labrando el futuro. Porque los viajes en familia son una manera de descubrir miradas, una forma de elaborar misiones y una posiblidad de tejer recuerdos en forma de instantes e instantáneas.

Nuestra última aventura como familia ha sido en Valencia en un puente en el que el tiempo no ha acompañado del todo pero en el que se ha demostrado que, cuando hay ganas, no existen los impedimientos, y si no que le pregunten a Pablo por su baño en el mar cuando las nubes cubrían el cielo y la incertidumbre gobernaba el termómetro.

Solo ver a Pablo disfrutar de la playa o a Ángel señalar un tiburón hace que el viaje merezca la pena. Cualquier viaje, si son ellos los que disfrutan, merece la pena. En un lado secundario quedan la alergia, el resfriado o el cansancio. Algo que me hace pensar en aquello que dicen cada vez que eres padre y es que serlo te cambia la vida. Lo que si consigue, al menos, es hacerte cambiar las prioridades pasando tu felicidad a un plano secundario ¿Eso cambia la vida? Diría que sí.

Una de las cosas que más me gustaría hacer es viajar, pero siempre por alguna cuestión económica no podemos hacerlo con la frecuencia que nos gustaría. Por eso estos pequeños viajes que nos regalamos de vez en cuando nos saben a regalo, por eso tratamos de exprimirlos al máximo aunque casi siempre terminemos agotados. Pero, bueno, ya sabemos todos que sarna, con gusto, no pica.

lunes, 6 de mayo de 2019

Una hostia para Pablo

Uno pensó que con las siglas lo tenía todo ganado, que llevaba la camiseta y el escudo del equipo ganador y que no hacía falta cambiar de estrategia. Creyó que los resultados de 2016 eran los válidos, que la moción de censura fue obra de cuatro antipatriotas y que las encuestas eran una chufla porque quien iba a venir a derrotarles a ellos. Así que no cambió un ápice de posición y se dedicó a enfrentarse con el mundo sin darse cuenta que, para la intendencia, la derecha ya había generado otro partido aún más cruel que ellos. Siguió por el bosque con los ojos cerrados, se acabaron los árboles y llegó el abismo. Cuando quiso darse cuenta ya estaba cayendo al vacío.

El otro pensó todo lo contrario, es decir, si no nos ha funcionado el ir de rebeldes, quizá nos funcione el ir de monjes zen. Se presentó en los debates con tono calmado y apelando a la carta magna. Todo muy bonito sino ocurriese una cosa de la que se han encargado entre todos y ellos mismos no han sido capaces de mitigar: ya nadie les cree. Es como aquel dicho que dice que entre todos le mataron y él solito se murió. El partido que llegó como un ciclón, que conectó con una mayoría de jóvenes hastiados por la vieja política, murió de inanición mientras dejaban que desde fuera le creciesen los bulos y, desde dentro, les creciesen las conspiraciones. Entre chalets, dimisiones y verdades mal gestionadas, se fueron apagando y cediendo ese voto desencantado al viejo PSOE, el partido que al final siempre termina pasando la escoba por la izquierda.

Y así le fue a los dos Pablos, con una hostia para cada uno. A uno con el derecho y al otro con el revés. Uno tiene fuerza fundacional y apoyo mediático para reengancharse, al otro apenas le quedan balas, por lo que tendrá que jugarse el todo o nada en una negociación con el gobierno desde una posición de limitada presión. Podrán jugar la carta del progresismo, como ya lo hicieron en campaña; presión fiscal a las rentas altas, subida del salario mínimo y universalidad de la educación y la sanidad. Y las pensiones; en el juego de la senectud está la clave de un gobierno que debe encontrar apoyos para no volver a caer en la duda. Ahí tendrá a los Pablos; uno dándole la mano y el otro dándole un empujón hacia el vacío.