Andaba
Shyamalan perdido en su propia idiosincrasia. Sus ideas originales, por
brillantes, le habían situado en el disparadero de la crítica. No fueron muchos
los que supieron entender sus historias pero fueron multitud los que se
precipitaron para mostrar su burla. El problema fue que, según fue pasando el
tiempo, él mismo les fue dando la razón. Enfrascado en relatos legendarios que
no llegaban a ningún sitio, el otrora joven genio se fue apagando hasta
convertirse, poco a poco, en una caricatura de sí mismo. Pero aquel que tiene
la genialidad en la cabeza siempre está en disposición de resurgir. Múltiple ha
sido la confirmación del regreso de aquel tipo lúcido, de ideas originales y
películas palpitantes que nos enganchó el día que nos hizo creer que había vida
más allá del último aliento. Dos horas de cine en una historia contada con
detalle, vivida con angustia y rematada con maestría. Serán muchos los que se
acerquen para seguir burlándose del ingenio de su director pero los pocos que
sepan apreciar su última gran idea se marcharán a casa con la satisfacción de
haber disfrutado una gran película.
Que salga el sol por Antequera
Hace 2 días
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