Podría darse caso, entonces, de que un diputado votase en conciencia rompiendo la disciplina de su partido por el simple hecho de que la ley que se vota interfiere en los beneficios de su provincia. Sería lógico e incluso productivo porque al fin y al cabo les votamos para que nos representen territorialmente. El problema es que la política se ha convertido en un juego de trileros en el que el no permanente impera siempre sobre el quizá. Y así, en grupo y sin fisuras, todos los diputados votan en bloque, más allá de sus conciencias, porque es lo que manda el partido y es lo que requiere la situación.
No me convence del todo la nueva Reforma Laboral y como tal me parece lícito que haya diputados que, en su conciencia, puedan votarla en contra, siendo de un color u otro, ojo, porque por el mismo motivo estoy seguro de que algunos en la bancada azul y verde preferían esta Reforma a una posterior pactada sin contar con la parte empresarial. El problema viene cuando engañas y mientes ante la luz y los taquígrafos. La disciplina de partido se cumple cuando hay un acuerdo tácito y tú, en mayor o menor medida, te muerdes los puños y aceptas a regañadientes. Hasta ahí todo podría ser normal, el problema es romper con todo por sorpresa y dejar a los tuyos y al gobierno en calzoncillos por un puñado de lentejas.
No sé que recorrido político tendrán Sergio Sayas y Carlos García Adanero. Si aceptan el cometido y dejan sus actas se verá cual es su ambición respecto a su supuesta mácula ideológica. Si se marchan como héroes verán su currículum limpio de manchas, ahora, si regresan y el color que los acoge es distinto al de UPN, serán muchos los que verán en ellos a los dos tipos que vendieron un país a los intereses partidistas de la oposición.
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