Forjada la primera premisa, quedaba moldear una personalidad que ya por ser tímida era difícil, pero aparte de ser buena persona me inculcaron dos palabras por encima de las demás: ser responsable y trabajador. Por ellos, en todos los lugares en los que he estado me he sentido útil y, sobre todo necesario, pero siempre había una espina pendiente en el trayecto laboral en estas dos décadas como administrativo en las que he manejado todo tipo de programas y tratado con todo tipo de personas.
Y es que generalmente la empresa, como ente global en que se incluyen jefes, responsables e incluso compañeros, no tiende al agradecimiento y, mucho menos al reconocimiento. Por ellos, sentarse delante de tu jefe y que te diga que has encajado en la empresa a la perfección, que cuentan contigo para un proyecto a largo plazo y que están contentos con tu trabajo es muy satisfactorio y muy agradable de escuchar. El reconocimiento es de agradecer y es la recompensa por haber implantado durante tanto tiempo los valores que me inculcaron mis padres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario