Llevo unos días viviendo entre niños y expectativas.
Los primeros me están dando todas las alegrías. Por un lado, mi niño Pablo que como el campeón del mundo al que está destinado a ser va creciendo a pasos agigantados, se va convirtiendo en una preciosidad y cada vez va aprendiendo más las costumbres y rebeldías de la vida. Un crack.
Por otro lado, mi sobrina Raquel. Esa luz de esperanza que esperábamos para el mes de octubre y que llegó por sorpresa en mitad del mes de agosto. Esta pequeñita peleona nos tiene a todos con el alma en pie. La pequeñita será gigante y los sustos se convertirán en anécdotas.
Luego andan, despacio y sin rumbo, las expectativas multivariables de cada año. Las de este otoño se viste de incertidumbre y esperanza. Ambas me las proporciona un puñetero trabajo a setenta kilómetros de mi casa y la espera interminable de una llamada del banco para decirme que me conceden el crédito para poder comprarme el coche.
En fin, que al final no habrá dinero, ni habrá coche. Habrá un trabajo que me amargue y cientos de madrugones que no sepa controlar.
Pero también habrá un hijo y una sobrina que vivirán de mis sonrisas. Menos mal que siempre hay algo por lo que tirar hacia adelante.
Los primeros me están dando todas las alegrías. Por un lado, mi niño Pablo que como el campeón del mundo al que está destinado a ser va creciendo a pasos agigantados, se va convirtiendo en una preciosidad y cada vez va aprendiendo más las costumbres y rebeldías de la vida. Un crack.
Por otro lado, mi sobrina Raquel. Esa luz de esperanza que esperábamos para el mes de octubre y que llegó por sorpresa en mitad del mes de agosto. Esta pequeñita peleona nos tiene a todos con el alma en pie. La pequeñita será gigante y los sustos se convertirán en anécdotas.
Luego andan, despacio y sin rumbo, las expectativas multivariables de cada año. Las de este otoño se viste de incertidumbre y esperanza. Ambas me las proporciona un puñetero trabajo a setenta kilómetros de mi casa y la espera interminable de una llamada del banco para decirme que me conceden el crédito para poder comprarme el coche.
En fin, que al final no habrá dinero, ni habrá coche. Habrá un trabajo que me amargue y cientos de madrugones que no sepa controlar.
Pero también habrá un hijo y una sobrina que vivirán de mis sonrisas. Menos mal que siempre hay algo por lo que tirar hacia adelante.
1 comentario:
Que bonito nene, asi que con esas palabras tan bonitas que has dicho de pablo y raquel no pienses en lo malo, porque por lo que hay que luchar es por eso mismo...por lo que te hace tirar palante
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