Que estamos gobernados por un incapaz es algo de lo que empecé a estar seguro a los pocos días de su entrada al gobierno. Ya no es sólo su incapacidad para explicar el porqué ha incumplido el programa, su poco tacto con la sociedad y su mucha manida relación con los poderes fácticos. Es, sobre todo, su capacidad, diría que innata, para rozar el ridículo en cada intervención pública.
Visto lo visto, puedo llegar a entender que prefiera esconderse tras un televisor de plasma antes que dar la cara en directo ante su país. Prefiere el ridículo al escarnio. Lo malo es que un presidente del gobierno no está legitimado para esconderse. Es más, su cargo no le legitimiza a decir sandeces. Sin embargo, en cada intervención pública, en cada entrevista, en cada comparecencia, parece querer superarse a sí mismo. Un estúpido y absurdo ejercicio de superación.
La última boutade de este gobierno cobarde y sibilino ha sido la de programar las elecciones para el día veinte de diciembre. Es justo reconocer, en este caso, que la jugada es inteligente aunque canalla. Ellos saben que a menor participación, más probabilidades tienen de repetir el éxito. Y qué mejor fecha que la víspera de Navidad para asegurarse que algún millón de españoles opten por no pasar por las urnas ante la obligación o necesidad de viajar para pasar el día junto a su familia.
Comprobado y refutado que, a menor participación, existen más probabilidades de que el partido popular consiga una amplia mayoría que le permita seguir gobernando, no han encontrado mejor solución que una fecha simbólica como la víspera de la nochebuena. Luego nos venderán la burra y nos empapelarán con demagogia. Ellos son los cobardes.
Visto lo visto, puedo llegar a entender que prefiera esconderse tras un televisor de plasma antes que dar la cara en directo ante su país. Prefiere el ridículo al escarnio. Lo malo es que un presidente del gobierno no está legitimado para esconderse. Es más, su cargo no le legitimiza a decir sandeces. Sin embargo, en cada intervención pública, en cada entrevista, en cada comparecencia, parece querer superarse a sí mismo. Un estúpido y absurdo ejercicio de superación.
La última boutade de este gobierno cobarde y sibilino ha sido la de programar las elecciones para el día veinte de diciembre. Es justo reconocer, en este caso, que la jugada es inteligente aunque canalla. Ellos saben que a menor participación, más probabilidades tienen de repetir el éxito. Y qué mejor fecha que la víspera de Navidad para asegurarse que algún millón de españoles opten por no pasar por las urnas ante la obligación o necesidad de viajar para pasar el día junto a su familia.
Comprobado y refutado que, a menor participación, existen más probabilidades de que el partido popular consiga una amplia mayoría que le permita seguir gobernando, no han encontrado mejor solución que una fecha simbólica como la víspera de la nochebuena. Luego nos venderán la burra y nos empapelarán con demagogia. Ellos son los cobardes.
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