Como el Don Juan de nuestras poesías picantes de la infancia, Vox cabalga por las investiduras buscando plebeyas para su enhiesto miembro. Busca lacayas dispuestas a arrodillarse ante sus posaderas y ser capaces de succionar cualquier jugo por un poco de poder. Y la plebeya naranja, que va de ofendida por el mundo, dice que no quiere pactos, que no va a haber acuerdos y cuando Vox le susurra al oído, le dice aquello de "la puntita nada más", pero por ser naranja y abnegada plebeya, delante de nuestros ojos, se la ha clavado toda ella.
Lo peor es que nos extraña.
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