Cuando operan a un hijo tuyo, aunque sea una intervención menor, sus ojos acuosos se clavan en tu alma, su desconocimiento te crea una pena preventiva y su dolor es un puñal contra tu sentido de la responsabilidad. Cuando le dices eso de "me cambiaría por ti", lo dices de verdad, porque darías a pelo su dolor por tu salud, tu bienestar por sus lamentos. Y es que los refranes trabajan y aunque no haya mal que cien años duren, llega un momento de la vida en el que dejas de mirarte el ombligo para desviar la mirada hacia un centro de gravedad más pequeño. Su mirada es tu mirada, su miedo es tu miedo, su piel es tu piel.
Naturalidad
Hace 1 semana
No hay comentarios:
Publicar un comentario