El último ha sido Logroño y cabe decir que me ha resultado una ciudad muy bonita al tiempo que acogedora. Su casco antiguo está lleno de calles con encanto, entre la que sobresale la archiconocida calle Laurel, llena de bares en las que puedes degustar las mejores tapas al mejor precio. Y es que el español, al tiempo que busca turismo también busca gastronomía, lo llevamos en la sangre y por eso disfrutamos aún más porque era conocer un nuevo punto y tomar una nueva cerveza. Qué le vamos a hacer, nos gusta la buena vida.
Pero si nos gustó Logroño, lo mismo tenemos que decir de Laguardia, un pueblo que llevaba más de veinte años queriendo visitar y en cuyas calles sobrevive el espíritu medieval de quien convirtió la villa en baluarte del condado. Una zona, además, que el otoño pinta de marrón violáceo las hojas de los millones de viñas que pueblan el paisaje.
Un viaje más que recomendable. Y en familia, como siempre, mucho mejor.
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