Porque en esta guerra por el aire, el gas, la luz y los combustibles fósiles, van a ganar las fortunas, van a trincar los políticos aunque pierdan la base de su gobierno y van a perder, por goleada, los consumidores quienes, abyectos ante la subida desproporcionada de los precios, comprobarán como sus bolsillos se desinflan y sus economías se resienten. Porque subirán los precios, la inflación y el IPC, pero los sueldos seguirán igual no vayamos a darle a los pobres obreros la oportunidad de competir en esta crisis que, como todas, les ha llegado como puñalada trapera.
Que la economía no es más que un mero juego de mercados nos quedó claro a todos el día que la economía hizo crack gracias al maniqueo practicado por cuatro especuladores con las hipotecas subprime. Declarado tóxico este producto, toca introducirse en la inversión especulativa en otra rama más sostenible y, sobre todo, más diferenciable por necesidad. La sobreexposición de los precios de la energía, combinados con los cuellos de botella en el transporte marítimo, amenazan con llevar de nuevo a la economía a un caos del que siempre sacan ganancia los mismos pescadores. Se trata de revolver el río, hacer flotar a los peces muertos y dar carroña como carnaza a los incautos mientras ellos celebran, una vez más, el banquete de bienvenida a una nueva crisis. Toda lucha de gigantes tiene un perdedor preestablecido.
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