Durante meses nos llevan taladrando con funestas predicciones respecto al próximo invierno. Nos dijeron que disfrutásemos del verano porque, probablemente, no habría otro igual en mucho tiempo y nos instaron a guardar la ropa y dejar de nadar. Nos hablan de restricciones de energía, de huracanes, de guerra, de mercados insostenibles, y nosotros les miramos a los ojos para comprobar su falsa tristeza y rascar, tras su rictus, qué hay detrás de aquel "el que avisa no es traidor".
Está claro que siempre que el río suena es porque va cargado de agua y que nos vamos a mojar todo en cuanto los que manejan la burocracia y la tecnocracia nos empiecen a salpicar con sus cuitas y sus juegos de naipes. Entonces alguien cantará las cuarenta, se dinamitará el gobierno, España caerá antes que nadie y las tormentas nos arruinarán las cosechas. Y, para colmo, el Madrid seguirá marcando goles.
No me gusta como caza la perrita.
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