La
familia es el hogar de la memoria. La familia es el punto de
reencuentro con uno mismo, el lugar común donde regresan los recuerdos y
se conceptúan los planes. Cada sábado santo es una tradición; cada año,
como si de una película de costumbres se tratase, volvemos al hogar, a
la chimenea, al pote, al hornazo, a la seguridad de sentirse vivos
porque en la necesidad de repetir sentimos la necesidad de querer seguir
repitiendo.
El sábado santo es familia y es tradición; es un pote de conejo alrededor de una sartén, es una lumbre cercana y unas ascuas para asar chuletas, es una partida de cartas vespertina, un café recién hecho y un hornazo de caganís. Como cada año, volvimos a la infancia para regresar a la madurez. Como cada año, quedó la promesa de una próxima vez donde volveremos a vernos como familia.
El sábado santo es familia y es tradición; es un pote de conejo alrededor de una sartén, es una lumbre cercana y unas ascuas para asar chuletas, es una partida de cartas vespertina, un café recién hecho y un hornazo de caganís. Como cada año, volvimos a la infancia para regresar a la madurez. Como cada año, quedó la promesa de una próxima vez donde volveremos a vernos como familia.
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