martes, 27 de noviembre de 2018

Dormirse en los laureles

En la época clásica, el laurel era considerado como un árbol protector y curativo, los romanos lo asociaron como símbolo de Apolo, Dios de la belleza y la juventud. Como conmemoriación a alguien cuyas dotes destacaban por encima de las de los demás, se regalaba una corona de laurel a modo de consagración. Así, en los antiguos Juegos Píticos, sucesores de los Juegos Olímpicos en Roma, se coronaba con laurel a cada uno de los campeones. Siendo considerado, pues, como símbolo de victoria, el laurel pasó a decorar las cabezas de emperadores y de grandes generales después de triunfar en batalla. Se decía que, una vez coronado, el emperador o el general solía descuidar su actividad al considerar que ya había logrado suficiente y el éxito le iba a acompañar siempre. De esta manera, cada vez que el pueblo comprobaba como su dirigente no hacía nada por ayudarles, solía decir que dormía en sus laureles.
Así, la expresión ha llegado a nuestros días, como símbolo de la pereza y de la autosatisfacción mal gestionada. Alguien consigue algo que le ha costado cierto esfuerzo lograr y, una vez obtenido el premio deja de esforzarse pues considera que puede ser capaz de vivir para siempre gracias a su éxito. Cuando su carrera va cuesta abajo se dice que se ha dormido en los laureles.

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