lunes, 12 de noviembre de 2018

Postureo

"Deberíamos saber explicar a los muchachos que el éxito es una excepción". Esta frase, promulgada por Marcelo Bielsa en una rueda de prensa, deja bien a las claras el nivel de exigencia que nos hemos impuesto a la hora de afrontar cada paso por la vida.

No es menos cierto que la vida es una sucesión de fracasos pero que, como todas las heridas, cuentan con el factor tiempo para lograr la mejor de las cicatrizaciones que no es otra que el olvido. Fracasamos casi a diario porque habitualmente tomamos decisiones erróneas o nos encaprichamos por deseos imposibles, pero le damos tal tono de banalidad a nuestro día a día que sabemos que ser ilusos no es más que una mota más en el polvo de nuestro camino.

Pero tenemos un problema con nuestra propia autoestima porque jugamos la vida como si fuese una competición de felicidad. Salimos a correr para poder contarlo, comemos poco para que no crean que somos unos glotones, si comemos bien nos regodeamos y si dormimos poco es para fardar de intelectualidad porque nadie, como nosotros, sabe disfrutar de un buen libro o elegir la mejor serie.

El mundo del postureo en el que vivimos nos obliga a vivir un paso por delante de nuestra propia pretensión. No disfrutamos el momento porque ya estamos pensando en el siguiente y, mientras el tiempo se pasa entre decisiones absurdas, nos termiamos por dar cuenta de que la vida pasa sin preocuparse en esperarnos.

He fracasado más de lo que querría, he intentado volverme a levantar y, en algunas ocasiones, he logrado llegar a mi meta particular. Por ello, prefiero siempre quedarme con lo bueno pero también saber aprender de lo malo. Yo también soy víctima de la sociedad. Yo también tengo miedo, pero yo también quiero vivirlo todo.

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