jueves, 21 de noviembre de 2013

Dos pares de décadas en un par de años

Un acertado tuit reflejaba ayer la realidad de una España que se dividía entre nostálgicos y dolidos: "Hoy hace treinta y ocho años que murió franco y se cumplen dos desde que parece que ha vuelto a vivir". Es la realidad de un país a la deriva que da pasitos de cangrejo hacia lugares que fueron comunes y de los que, aunque solo a medias, conseguimos huir dejando atrás intacta la memoria.

Los dos años de gobierno de Rajoy están enlazados a la palabra "mentira", pero para mucha gente, a la que aún escuecen heridas del pasado, están enlazados a la palabra "dolor". Más allá de la infamia del engaño en campaña electoral; las subidas de impuestos, los silencios sibilinos y las corrupciones encubiertas, esconden una verdad que duele más allá de las críticas: los ciudadanos de segunda estamos perdiendo derechos.

Hubo una época en la que en España solamente tenían privilegio unos pocos por encima de unos muchos. Los hijos del obrero no podían estudiar, las enfermedades se llevaban a los más pobres y los maliciosamente llamados tullidos se veían obligados a vivir de la caridad. De eso hace cuarenta años ¿Tanto tiempo para nada? Revisen los dramas de la España de hoy: los hijos del obrero (la gran mayoría engrosando las listas de desempleo) no pueden estudiar porque su familia no puede afrontar el desorbitado precio de las tasas universitarias (no hablamos de becas porque es una palabra directamente eliminada en los vocablos presupuestarios), las enfermedades crónicas se llevan a los más pobres porque no pueden hacer frente a un tratamiento por cuyo coste el estado se ha dejado prostituir ante un puñado de laboratorios y las personas necesitadas de una asistencia se ven abocados a morir en soledad pues hoy en día ni la caridad es capaz de afrontar las necesidades de un drama.

Y no nos olvidemos de la tan manida reforma laboral; un dechado de basura sobre los derechos de los trabajadores, un caramelo para una patronal que tergiversa números y explota ilusiones. Un gobierno del lado de los poderosos, un gobierno, como el anterior, que no ha tenido el valor de sentarse a mirarle a los ojos a la ciudadanía y decirles que les han obligado a ser unos canallas. O quizá es que los políticos, por el mero hecho de su función, ya se convierten en canallas por naturaleza espontánea.

Es lo que tenemos y quizá, por la ignorancia supina que nos otorga nuestra comodidad latina, es lo que nos merecemos; una panda de políticos ineptos, corruptos, cínicos y canallas. Nos quieren hacer creer que estamos en el cielo cuando nos dirige el mismo demonio. Y seguimos para atrás; dando pasos de cangrejo hemos retrocedido décadas de dos en dos. Vestirán a la policía de gris, limitarán el derecho a huelga, volverá el ministerio de gobernación y nuestros dientes quedarán en un limbo situado entre el asfalto y los sueños rotos. Bienvenidos a España, el país que recuerda tanto que es imposible que consiga olvidar.