lunes, 22 de febrero de 2016

Albert y Pablo

Doña Paquita tiene dos yernos muy dispares. Albert es simpático y dicharachero, pero Pablo, aunque cordial, parece siempre de mal humor. Albert normalmente le dice lo que quiere oir, aunque no sabe si es realmente lo que piensa, sin embargo Pablo siempre le dice las verdades de la manera más rotunda. No tiene reparos en herir su sensbilidad, aunque con ello muchas veces ella termine dándose cuenta de que está equivocada.

De vez en cuando van a casa a comer la paella de los domingos. Le agrada ver a Albert, siempre tan cariñoso y locuaz. Siempre le dice que la paella está exquisita y, casi siempre, le pide repetir una nueva ración. Cuando su hija menor le dice que irá con Pablo, doña Paquita suele inventarse algún achaque. No le apetece escuchar a su yerno refunfuñar, además, aunque termine comiéndose dos raciones de paella, seguramente le dirá que el punto del arroz no es correcto, que está falta de sal o que el azafrán da un mejor aroma que el colorante.

Doña Paquita se ha caído desde lo alto de una banqueta mientras limpiaba la ventana de la cocina y se ha roto una cadera. Primero llama a su yerno Albert, tan simpático y dispuesto, seguramente no tardará en acudir a su rescate. Pero Albert se excusa diciendo que tiene un viaje inaplazable y que, de poder aplazarlo, tendría una reunión de obligatoria asistencia. No tiene más remedio que llamar a Pablo. Mientras marca desde el móvil que ha rescatado del bolsillo, recuerda que aquella misma mañana, su yerno gruñón tiene una entrevista de trabajo. Parece que le da igual, a los veinte minutos ya está en casa. La conduce al hospital, la acompaña, junto a su hija, en la sala de espera y se queda un par de noches en la habitación mientras le lee algunos versos de un poeta de la República. Incluso le enseña el significado de algunas palabras que ella no comprende.

Albert aparece a los cuatro días. Trae su mejor sonrisa, un ramo de flores y el folleto de una residencia muy moderna que han abierto a las afueras. De paso, habla en privado con su mujer diciéndole que es hora de ir arreglando en un notario el tema de la herencia de su madre. Ha sido consciente de que la mujer puede morir en cualquier momento y quizá el tema no quede debidamente zanjado.