lunes, 25 de marzo de 2019

Escape Room

Durante las últimas fechas he descubierto el mundo de las Escape Rooms. Tampoco creáis que he estado en una docena y soy un experto, que va, solamente he estado en dos, las dos de la misma empresa y tras terminar ambas he sentido un mono terrible de volver a repetir.

La primera vez fue en diciembre, con los compañeros de trabajo. Le regalamos a Cristina una experiencia por su cumpleaños y nos invitó a hacernos partícipes de ella. Se trataba de escapar de una prisión tras una serie de pistas e indicios. No lo conseguimos por muy poco, pero más allá de sentirnos frustrados salimos con la sensación de que aquello era una experiencia muy chula. Queríamos repetir.

Por eso, cuando mi hermano le regaló la experiencia a mi cuñada para Reyes y nos preguntó si nos apuntábamos, no dudé en decir que sí. Pese a las reticencias de Sagrario, me lancé en picado porque sabía que a ella le iba a gustar mucho. Y así fue. Nos metimos en el papel, desactivamos la bomba y volvimos a salir todos con unas ganas inmensas de volver.

Porque al final, las cosas recurrentes, las que nos convierten en series rutinarios, nos terminan aburriendo, pero las novedades, todo eso que nos activa el cerebro de alguna manera, nos hace querer repetir. Porque estamos hecho de un material permeable a la sorpresa y de un carácter donde lo emocionante tiene un papel preponderante sobre lo previsible.

jueves, 21 de marzo de 2019

Dios y patria

A la derecha no le importa el planeta, ni le interesan los pobres, no piensa invertir en ciencia y desprecia la cultura. Prefieren invertir en la iglesia y en colegios concertados antes que hacerlo en tecnología, porque, para ellos, cualquier atisbo de progreso es un palo en su rueda. Su vehículo gira siempre, como los cangrejos, mirando hacia atrás. Con la marcha atrás siempre metida, buscan la involución porque cuanto más ignorancia más oídos dispuestos a escuchar su discurso basado en los dos pilares que sujetaron al franquismo: Dios y patria.

No hay más Dios para el hombre que el propio hombre. El hombre, que como dijo Hobbes, es un lobo para sí mismo, ha degenerado su propia evolución hasta entregarse a leyendas y divinidades. Dios es la ciencia, es la evolución, es el planeta. Nuestro Dios es la tierra y la estamos perdiendo con el ansia y el poder. Porque nos vamos quedando sin nada mientras rogamos a Dios y atizamos al cielo con el mazo de la avaricia.

La patria, en cambio, es una unidad de presión generada para alertar al pueblo contra la amenaza exterior. Se utiliza la unidad como símbolo de urgencia porque es fácil agrupar al pueblo en torno a una bandera antes de contar la historia. La educación es un bien venido a menos y los medios de comunicación se han encargado de educar a su manera de forma que saben que la manipulación empieza con una información sesgada. Ni España corre el riesgo de romperse, ni Cataluña corre el riesgo de atormentarse.

Dios y patria. Populismo. La frente arriba, cara al sol y mano extendida. La bandera por delante. La bandera significa unión, pero no debería significar la unión de unos y la desunión de otros. Trabajar para España no es imponer un ideario, es querer un país más nuevo, más moderno, más avanzado, más plural. Un país donde Dios sean los ciudadanos y la patria sea querer seguir empujando todos para construir. Nunca para destruirnos.

lunes, 18 de marzo de 2019

Año nuevo en San Mamés

Carlos Buticce era una eminencia en el ciclón. San Lorenzo ganaba ligas, los matadores aniquilaban defensas y bajo los palos, el batman Buticce atajaba balones como quien atajaba ovillos de lana. En 1968, en plena apoteosis, a San Lorenzo llegó un chico grandote, Jorgito, le llamaban y, seguidamente calzó unos guantes para pasar el primer entreno. Buticce era el amo, Jorgito solamente podía ser su suplente. Pero Jorgito tenía agallas, se comía la hierba, besaba los postes, se estiraba como un gato. Buticce le enseñó a atajar y a su sombra vivió como quien vive el éxito de un buen amigo. Seis años, cuatro títulos y Jorgito, a quien ya apodaban "El gordo", dispuesto a dar el salto y hacerse dueño de la portería.
Alguien llamó a la puerta del vestuario. "Chicos, preparense porque nos vamos a España". Los chicos hicieron el petate e intentaron averiguar quien era ese equipo contra el que iban a jugar. De España conocían al Real Madrid, también al Atlético y al Barcelona, habían oído hablar del Valencia y de los compatriotas que jugaban en el Sevilla, pero nadie sabía en qué división jugaba el Salamanca. Era verano en España y los equipos estaban de pretemporada. El Salamanca era un equipo fuerte, aguerrido, que no renunciaba el choque y que sabía montar el contraataque con mucho peligro. Jorge D'alessandro ya era el portero titular de San Lorenzo en aquel caluroso verano de 1974. Y Jorge D'alessandro hizo un partido memorable en aquel partido amistoso contra el Salamanca "¿Cómo se llama ese gordito?" Se preguntaron las directivas entre sí. "Ese es Jorgito, el alumno de Buticce". "¿Cuánto piden por él?".
La negociación fue dura, la AFA prohibía a los futbolistas menores de veintiseis años jugar fuera de Argentina, por lo que a la directiva del Salamanca le tocó mover hilos y pasar noches en vela hasta conseguir un contrato con el portero de San Lorenzo. Apenas un mes después, D'alessandro debutaba como portero de la Unión Deportiva Salamanca y, en apenas unos meses, ya era el gran ídolo del Helmántico. Aquella temporada terminaron séptimos, un puesto sensacional para el Salamanca. La gente jaleaba al gordo y el gordo respondía con paradones de época. Junto a su amigo Ricardo Rezza, formó una columna vertebral casi infranqueable y aún hoy recordada a orillas del Tormes. Lo que Rezza no podía detener, D'alessandro lo atajaba. Años dorados y días de vino y rosas.
El día de año nuevo de 1978, al Salamanca le tocó rendir visita al mítico San Mamés de Bilbao. D'alessandro, con la cabeza en Salamanca y totalmente arraigado a las costumbres españolas, ultimaba los detalles de la tienda de artículos deportivos que acababa de abrir cerca de la Plaza Mayor. El Athletic era un gran equipo; meses antes había perdido injustamente la final de la Copa de la Uefa y había visto como Iríbar encajaba el último penalti de la tanda frente al Betis en la final de la Copa del Rey. Iríbar, en Bilbao, era más que una palabra; un humano que trascendía a lo divino, un semidios con jersey negro y mirada de tipo duro. Un tipo estilizado que nada tenía que ver con D'alessandro. Andares desgarbados, barriga incipiente, pelo alborotado y sonrisa picarona. En un lance del juego, el gordo saltó a por un balón bombeado y atajó sin problemas la pelota mientras sentía un fuerte golpe en el costado. Dani, el avispado delantero bilbaíno, había saltado junto a él para ver si sucedía el fallo y, en el ímpetu, le había clavado una rodilla sobre el riñón. Nada que no se pasara con un pequeño masaje y un chorro de agua milagrosa.
El Salamanca empató y salió vivo de San Mamés, aunque a D'alessandro estuvo a punto de no ocurrirle lo mismo. En el autocar que transportaba al equipo de regreso a Salamanca, el portero comenzó a sentirse mareado y solicitó al conductor que parase en un par de ocasiones para poder bajar a vomitar. Todos lo achacaban a lo duro del viaje, a las malas carreteras y a que, quizá, el portero había pasado una mala noche. Nada que no se solucionase con un par de días de descanso. Pero el descanso no llegó ni en casa. Eran bien entrada la madrugada cuando su mujer descolgó el teléfono y marcó el número del presidente del club. "Mi marido se está muriendo". Aquello tomó connotaciones de tragedia. El dolor era insoportable, los mareos le hacían perder la conciencia y ya no le quedaban más restos para vomitar. El diagnóstico fue rápido y certero; desgarro de riñón. Había que extraerlo de manera urgente. Nadie había dado importancia a aquel choque con Dani, pero aquel choque con Dani le estaba costando la vida al portero del Salamanca.
El día dos de enero de 1978 a Jorge D'alessandro se le practicó una nefretomía en el hospital del Salamanca. Fuera de peligro y con los efectos de la anestesia aún sobre su cabeza, intentó incorporarse para buscar a algún compañero y preguntarle si podría alinearse el siguiente domingo. Pero a Jorge D'alessandro ya no le quedaban más domingos. O al menos eso es lo que dijeron los médicos. Y también lo que dijo la Federación quien, inmediatamente le retiró la ficha y le apuntó en la lista de incapacitados para continuar con el juego.
Pero D'alessandro no era un tipo que le gustase disputar batallas perdidas. Otro golpe podría haberle costado el otro riñón y eso le hubiese costado la vida, pero ¿De qué vale una pasión si no puedes disfrutarla? Jorge luchó contra el mundo y, sobre todo, luchó contra sí mismo. Consiguió que la Federación volviese a aceptar su ficha y escogió, para su vuelta, el partido más emotivo del mundo. Era el mes de mayo, la primavera, en Salamanca, suele desvestir el frío de la piedra de Villamayor para vestir la ciudad de luces, flores y encanto. Al Heliodoro llegó el Athletic y frente a D'alessandro se encontró Dani. Un saludo selló una paz y una mirada selló un compromiso. El gordo D'alessandro siguió defendiendo la portería de la Unión durante cinco temporadas más, justo hasta que visitó otro templo y recibió otro golpe que le hundió definitivamente.
En 1983, el Salamanca perdió por tres goles a cero en el Bernabéu y perdió, para siempre, como futbolista, al mejor portero de su historia. A un balón largo sobre Johny Metgod, salió D'alessandro con su fogosidad de siempre. El crack se escuchó en todo el estadio. Silencio, gritos y una camilla. El diagnósitco indicó rotura de menisco y de ligamento anterior cruzado. Aquello eran muchos meses de baja. Aquello era un adiós precipitado al fútbol.
Regresó meses después, pero como ya había hecho con Buticce, hubo de aprender a vivir a la sombra de Ángel Lozano, quien se había hecho con la titularidad en su ausencia. D'alessandro dejó entonces de ser un ídolo y pasó a ser un suplente incordiante. Demasiada ficha para un portero suplente y pasado de años y de kilos. Despachó con el club su baja y aceptó un último partido en el Camp Nou en el homenaje al Cholo Sotil donde defendió la portería de una selección de futbolistas sudamericanos. Era el diecisiete de mayo de 1984 y decía adiós uno de los porteros más carismáticos de nuestra liga. Dieciséis años como profesional, nueve de ellos en la Unión y el jugador que más veces ha vestido la camiseta del Salamanca en la primera división. Un loco que quiso jugar con la muerte, un gordo que voló a la escuadra para evitar el gol más importante de su vida. Aquel día de año nuevo en San Mamés murió un portero y nació un valiente. Un valiente de un solo riñón.

jueves, 14 de marzo de 2019

No estamos solos

La incertidumbre es un caballo desbocado sobre el que cabalgamos sin más misión que buscar una rienda donde poder echar el freno. Es un huracán que arrasa nuestras pretensiones porque sabemos que, más allá del horizonte, deberían existir unos sueños que, quizá, jamás podremos cumplir. La incertidumbre nos hace querernos más pero vigilarnos menos porque nos lanzamos al vacío de las esperanzas mientras cruzamos los dedos y esperamos a que el milagro nos descubra con los ojos abiertos.

Mirar a los ojos de la gente es el mejor remedio para abrir la puerta de las inquietudes. Por mucho que nos veamos en el pozo, siempre habrá alguien dispuesto a poner un brazo en tu espalda y a darte una palabra de ánimo. Los amigos, quien los merece, son el apoyo imprescindible sobre la que reposar la palabra. La familia, más allá de la conversación, estará siempre dispuesta a ir hasta el final. No estamos solos. Lo importante es saberlo.

Cuando la duda entra por la ventana, hay que saber tener la puerta entreabierta porque, más allá de la lucha con uno mismo, está la importancia del consejo ajeno. Hace meses que aquí, en la oficina, se hablan de rumores inconexos. Se murió nuestro jefe y nos hablan de cambios que nunca llegan. No me preocupa salir de aquí, me preocupa la incertidumbre. Luchar contra ella es como pelear contra una pesadilla.

lunes, 11 de marzo de 2019

El ocho de marzo y lo micromachismos

Para él es normal que en los podiums de los deportes, cuando los ganadores van a recibir su premio, las encargadas de entregar el trofeo y las flores sean siempre mujeres; porque, claro, son más guapas y tienen mejor presencia. Pero hacer huelga feminista es una tontería y los pobres hombres no tienen su día del machito.

Para él, una mujer que se acuesta con muchos hombres es una guarra porque menuda indencia, colega, pero el hombre que se acuesta con muchas mujeres es un héroe porque el gallo siempre tiene que tener a sus pies a las gallinas. Pero hacer huelga feminista es una chorrada y a los hombres van a terminar por quitarnos todos nuestros derechos.

Para él, una mujer que se queda en casa haciendo los oficios es un ama de casa, pero el hombre que tiene que quedarse es un pobre parado que necesita encontrar un trabajo ya. Pero hacer huelga feminista no, porque eso es de feminazis y los hombre no somos tan malos como dicen.

Él, cuando queda con una chica, después de tomar algo, siempre tiene que pagar porque para eso es el hombre y es quien lleva los pantalones. No puede dejarse invitar por una chica, faltaría más. Pero eso de la huelga feminista es para débiles morales y ahora parece que las mujeres quieren gobernar el mundo.

Cuando sale a tomar algo con su mujer, siempre busca una niñera para que cuide de sus hijos, porque los niñeros no existen, faltaría más, los hombres no cuidan niños porque eso es tarea de mujeres. Pero yo secundaría la huelga del ocho de marzo porque quieren hacer creer que las mujeres son mejores que los hombres.

Cuando su hijo tiene que ir al fútbol él se encarga de acompañarle, pero si su hija va a ballet, es su mujer quien lo hace porque hay que tener los roles muy bien definidos. Los hombres para una cosa y las mujeres para la otra. Pero la huelga feminista es un invento de las feminazis que nos quieren matar a todos.

Si un hombre se emborracha es un juerguista empedernido y un fiestero con ganas de experimentar, pero si lo hace una mujer es una pervertida y está muy feo ir haciendo el ridículo siendo una señorita que tiene que cuidar sus formas. Pero para qué ir a una huelga donde nos están estigmatizando.

Si un deportista es muy bueno, es un crack, pero una deportista siempre será o muy fea o muy guapa, porque yo me la follaba y todas esas cosas. Además, fíjate cómo viste, fíjate qué piernas, fíjate que delantera. Pero a la huelga no vayas porque el día de las mujeres son todos y no sólo uno.

A mi hijo le compraré un disfraz de pistolero, de pirata o un traje de futbolista, pero el primer disfraz de mi hija será de princesa o de enfermerita, porque las mujeres no pueden llevar pistola, sin abordar barcos ni jugar al fútbol. Pero la huelga del ocho de marzo es innecesaria porque no tienen nada que conseguir.

Si un hombre viste de corto, o viste de largo o viste ajustado, viste como quiere porque para eso elige su ropa y su estilo. Pero mira esa guarra como va vestida, mira esa hortera, mira esa provocadora. Si es que va pidiendo marcha. Luego dicen que las violan. Pero, chaval, ten claro que la huelga feminista no vale para nada porque, joder, si lo sabemos, son ellas las jefas, las que mandan en casa ¿Para qué quieren mandar más?

viernes, 8 de marzo de 2019

Michael Schumacher



El talento es el bien común de los ambiciosos. A veces no basta con ser bueno, generalmente, los reyes del olimpo son aquellos que se empeñan en ser el mejor. Ganar a toda velocidad exige un ejercicio de precisión máxima. El talento, a trescientos kilómetros por hora se mide en valor y osadía. Y en ser más listo que los demás. Cuando ganas una vez la felicitación es espontánea, cuando lo haces más de cien veces, la felicitación es sincera. Cuando entra en juego la admiración se acaban los elogios y empiezan las comparaciones históricas.