martes, 29 de marzo de 2011

Distintos contextos

Hace ocho años (ocho ya, madre mía) el tipo que jugaba a ser dueño del mundo desde el lugar donde se sientan los dueños del mundo quiso echar una particular partida de Risk a costa de miles de civiles. Patentó una frase sin predicado: "Armas de destrucción masiva" y envió a cientos de aviones para bombardear Bagdad. En una foto que pasó a la historia de la infamia, se retrató con sus amigos de partida y se pagó unas copas en Las Azores a costa de los millones de incrédulos que pedíamos un receso en la acción.

Pero no hubo reacción. La ONU, comisión internacional con voz y voto, declaró ilegítimo el ataque y los tres amigos del Atlántico se pasaron la orden por el forro. Pasaron los años y el tipo que ganó en España y abandonó la partida se ve preso de un foco de atención que muchos quieren dibujar como un conflicto semejante a aquel.

Hoy, la oración gramatical ha quedado eclipsada por una declaración de intenciones; en Libia hay un tipo que ha amenazado con cortar tantas cabezas como pueda. Entrando en lo espinoso del asunto, resulta difícil comparar un contexto con otro. Aquella vez un tipo que jugaba a ser dueño del mundo buscaba compañeros para su partida de Risk. Ahora, la misma ONU que ilegitimó aquella acción pide respuesta contra Gadafi. Si formamos parte de la OTAN no es para quedarnos con los brazos cruzados ante una resolución. Si formamos parte de la ONU no podemos entrar en debates morales cuando nos piden participación. Son precios que hay que pagar. Hay sapos que hay que tragar.

jueves, 17 de marzo de 2011

Apagado

Desde que el primer mecenas contrató los servicios de un empleado a cambio de un puñado de monedas y nació el mercado laboral se olvidó una premisa que, por omisión, se ha convertido en costumbre y casi en obligación a la hora de redactar el libro de estilo empresarial: las personas, en su puesto de trabajo, dejan de ser personas para convertirse en números. De esta manera el trato dispensado suele ser el que se le da a un número erróneo, para volver a sumar simplemente se pasa la goma de borrar y se pone a un nuevo número. No hay agradecimientos, no hay complicidad, no hay deber de conciliación. Uno puede estar madrugando hasta morir de sueño, rompiéndose la espalda en una silla de saldo y sacando todo el trabajo que puede sacar. No sirve de nada. Al primer resquicio te la meten, al primer error te borran del mapa. Hacen click en el interruptor y te apagan.

lunes, 14 de marzo de 2011

No somos nadie

Por el miedo a lo que puede suceder y porque preferimos ignorar a afrontar, el egoísmo y el temor nos llevan a no valorar lo que tenemos. Tras ver estos días la desolación de Japón me doy cuenta de que no existe país preparado para el desastre. Es cierto que es una potencia mundial, que dispone de medios y de recursos, pero la tecnología, los avances, la inteligencia humana y el afán de acaparación no valen nada cuando a la tierra le da por demostrar que no hay nadie que gobierne sobre ella. Aquí no hay más reina que la naturaleza y, cuando tose, los demás nos morimos de gripe.

viernes, 4 de marzo de 2011

Pasando miedito

Recuerdo que el primer post de este blog lo ilustré con una foto de mi antiguo coche el día que hube de ir a recogerlo a Valdemoro por haberme quedado el día anterior allí tirado a causa de la nieve. Eran mis días en la anterior empresa, cuando las finanzas agonizaban y viajábamos a diario para ver películas en el ordenador.

Yendo hacia lo que nos compete, recuerdo que el día que me quedé tirado por la nieve, casi juré que no volvería a conducir bajo los blancos copos invernales. Fue un juramento en falso. Un par de años después he cogido el coche y me he presentado en Azuqueca de Henares bajo una nevada digna del estado de Alaska. De haberme quedado tirado aquí, con Sagrario y mis padres en Urda, con Manuel manco y Albero de canguro, es posible que me hubiesen tenido que venir a rescatar los bomberos. Otra solución no hayo. He pasado miedito.

jueves, 3 de marzo de 2011

100

Dicen que la media de vida de un blog es de tres meses. Cuentan que es el tiempo que dura la efervescencia del creador y la ilusión por conseguir que su trabajo sea valorado. Como somos tipos anónimos no podemos creer que en un solo día de vida nuestro espacio se convierta en bitácora de cabecera para la opinión pública. Pasada la fiebre y la ilusión, los enlaces se pierden en internet como una bolsa de plástico que vaga con el viento hasta encontrar el mar. Es por ello que me sorprende comprobar que, con esta, son cien las entradas que llevo en este blog de cotidianidad y excaso interés público. Quizá sea porque no me moleste en absoluto ser un ciudadano anónimo cuyos problemas y vicisitudes no abarcan las preocupaciones de más de dos o tres personas. Ellas son las que me leen y con eso me conformo.