miércoles, 27 de enero de 2021

Les ha dado la razón

Durante meses, mientras la pandemia nos iba minando como país y se iba cobrando vidas como si de puñados de segundo se tratase, vimos al ministro Illa trabajar, mal o bien, para intentar sofocar una crisis sanitaria como no se había visto en nuestra generación. Sus modales de tipo serio, sin estridencias, siempre con la palabra certera y rehuyendo la confrontación, nos congraciaron de alguna manera con la política, pues en su figura atisbamos, por un momento, que no hacía falta recurrir al populismo para saber gobernar.

Mientras Illa nos dejaba ver sus ojeras detrás de sus grandes gafas de pasta y nosotros intuíamos que aquel hombre dormía menos que un búho, el resto de políticos no afines con el gobierno se ponían en cola para atizarle por doquier y denunciar la falta de profesionalidad en su gestión. Ese mal tan español de si no eres de los míos entonces eres muy malo.

Una de las cosas que le afeaban era la que a mí más me sorprendía: "Está usted utilizando la pandemia como trampolín político para postularse como candidato a las elecciones catalanas". Y a mí me sorprendía porque yo creía en Illa. Creía en Illa porque quería ver en él a un tipo íntegro, que hacía su trabajo lo mejor que podía y que, sobre todo, no se dejaba extorsionar por los envenenadores, ni propios ni ajenos. Respondía con firmeza a la oposición en el Congreso y yo le imaginaba respondiendo con firmeza a los suyos en privado "Yo no me voy de aquí hasta que no termine la pandemia".

Pero les ha terminado dando la razón. Con más fines partidistas que políticos y aprovechando el tirón mediático, Illa ha salido por patas presto a lanzarse a los brazos del gobierno catalán.Y así, aprovechando el que ya han llamado "Efecto Illa", el que hasta ayer era ministro de sanidad y no forzó la impugnación para que se retrasaran las elecciones, se va a presentar a una jornada electoral en pleno pico de la tercera ola sin más miramientos que el ansia de poder.

Porque al final todo se reduce a eso, al ansia de poder.

lunes, 18 de enero de 2021

Hartazgo

Todas las desavenencias de la vida están sujetas a contraindicaciones, todas las lágrimas, los bostezos,

los deseos pendientes y hasta los aún no conocemos, están guardados en un compartimento estanco dentro de nuestra cabeza que, por hartazgo, está a punto de estallar. Porque somos una generación que hemos tenido todo al alcance de la mano y no se nos ha negado ni un solo sueño. Nacimos en transición, crecimos en libertad y nos consolidamos en una democracia que creíamos sana y fuerte, por ello tuvimos todas las oportunidades del mundo y aquellas guerras y hambrunas del pasado no eran más que viñetas en los libros de historia y cuentos de noche lluviosa salidos de la garganta ajada de nuestros abuelos.

Es por eso que hoy nos sentimos prisioneros de un momento histórico que nunca pensamos que podía llegar, porque la nuestra fue una generación de pantalón vaquero y camiseta ceñida, porque nosotros pudimos dar besos tras las esquinas, acurrucarnos en cualquier banco y beber cerveza sin moderación. Porque nuestra paga fue para nuestros caprichos y nosotros mismos creímos haber dibujado nuestro camino mientras tachábamos en una libreta nuestras particulares tareas pendientes. Muchas siguen tachadas pero otras han quedado al descubierto y, mientras miramos al horizonte, comprobamos que muchas de esas promesas caerán en el vacío porque nos hemos inoculado el virus del egoísmo y la ignorancia. Porque hemos preferido cerrar los ojos y dejar que todo esto pase cuanto antes cuando los sueños, los malos y los buenos, siempre terminan con un ojo despierto pero con la sensación de que tu vida ha sido capaz de dar un vuelco que nunca esperabas.

Y ahí siguen, mientras tanto, los viajes a EuroDisney, las excursiones a la sierra, las cenas en ese restaurante que te recomendaron o aquella obra de teatro ya fuera de cartel. Mientras el mundo siga detenido, el gobierna siga manteniendo medidas de pacotilla y los irresponsables sigan campando a sus anchas sin multa que les haga doler el bolsillo, nuestro hartazgo irá creciendo de manera proporcional a lo que lo hacen nuestras expectativas, porque cuanto más tiempo pasemos en casa más enferma se volverá nuestra cabeza.