martes, 30 de octubre de 2012

Entender o no querer

A lo largo de la vida nos vamos cruzando con personas que utilizan el lenguaje como mecanismo contrario a la comprensión social. A menudo nos hemos cruzado con chicas, profesores, o incluso madres, que han utilizado la contradicción para hacerte caer en la cuenta de que lo que querían de tí era todo lo contrario. El "me gustas sólo como amigo" quiere decir que te alejes de tu lado porque no te quiere ni ver, el "siga así fulanito y llegará a ministro" quiere decir que no estás dando un palo al agua y te adelanta que con la actitud actual lo más lógico es que termines viviendo debajo de un puente, y el "como tenga que ir yo" era la advertencia más severa de una madre a la hora de hacerte ver que ella no tenía que ir a resolver tus problemas pero que si llegaba el caso en que tenía que ser ella quien resolviese el conflicto, al final el zapatillazo era seguro y el escarmiento total. Por ello, debe ser complejo de madre, de mal profesor o de feo de la clase castigado a calabazas, se hace difícil de entender como un gobierno le recorta todos sus derechos a la ciudadanía con el fin de cubrir las deudas que ella no ha generado y ver como un ministro presenta unos presupuestos diciendo que son los más sociales de la democracia. La contradicción como mecanismo de comprensión. O simplemente el festival del humor. Entender o no querer.

jueves, 18 de octubre de 2012

La mano que mece mi cuna

Hay una mano que mece mi cuna. Hay una mano severa, de dedos firmes y nudillos angulosos que agarra el cordel y tira, y mi mundo se tambalea, y mis planes se desbaratan, y mis sueños se desmoronan. Hay una mano que dicta mis movimientos, que me obliga a tomar decisiones no deseadas, que me adelanta la hora del despertador, que me quiere dejar sin vida y me quiere robar los besos de mi hijo. Hay una mano con nombre de empresa que me da el doble de trabajo, al doble de distancia y por el mismo sueldo, y encima les tengo que dar las gracias. La crisis, lo llaman, abaratamiento de costes. Y la mano que mece mi cuna a punto está de lanzarme al vacío.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Naturaleza

Se puede estar todo un año esperando una feria, se pueden contar los días, descontar los minutos, suspirar por segundos, se puede planificar una semana, salir un día de procesión, al día siguiente de pinchos y en el último desparramar una despedida. Se pueden pronosticar sonrisas o imaginar una lágrima, se puede saber que vienen las cámaras de la televisión al pueblo y ensayar una pose por si acaso el foco se fija en tu persona, se puede aclamar al Cristo, lanzar vítores al aire, comprar cohetes para hacerlos estallar en el cielo, esperar a la noche para ver los fuegos artificiales o esperar al amanecer para comprobar que sigues siendo un niño en la treintena. Se puede volver a besar, volver a gritar, volver a sonreir. Se puede recordar, añorar, planificar y estudiar. Lo que no se puede evitar es que la naturaleza te mande una tormenta y te mande con tus planes a tomar por saco. Se puede temer y se puede lamentar. Se puede llorar y se puede maldecir. Mucha gente esperaba este día y a mucha gente el día le esperó con nubes grises y agua torrencial. Los lamentos al muro y las reclamaciones al cielo. Tanto implorar a veces trae consecuencias.