viernes, 12 de julio de 2019

No hay tu tía

Conocido es por todos que los primeros grandes médicos de la historia fueron musulmanes. En la Europa cristiana, los viejos cirujanos, también conocidos como barberos, se dedicaban exclusivamente a la sangría y el cataplasma. Sin embargo, en los zocos árabes ya había llegado la investigación y los médicos, considerados como personas importantes, habían comenzado a experimentar con remedios y medicinas.
Como consecuencia de raspar las paredes de las chimeneas de fundición, obtuvieron un polvo negro que se conocía como óxido de zinc. El mismo, mezclado con algunas sales y aceites, se convirtió en un remedio efectivo para las lesiones oculares. El ungüento, bautizado con el nombre de Atutiya, fue ganando popularidad hasta convertirse, prácticamente, en una panacea que se utilizaba para la cura de otras enfermedades comunes.
Los cristianos de España, dados a la hispanización de los términos árabes, adoptaron el ungüento llamándolo atutía. De esta forma, el remedio, que posteriormente perdió su "a" inicial y pasó a conocerse popularmente como "tutía", pasó a despacharse en boticas, a las que acudían los enfermos en busca de una cura que apaciguase sus dolores.
La frase pronunciada por los boticarios de turno cada vez que se les agotaban las existencias del producto, pasó a convertirse en chascarrillo popular cada vez que hacía saber que algo no tenía solución. "Nada, que no hay tutía". La simplificación del término y la pérdida del uso del ungüento con el paso de los años, hizo que la expresión derivase en el "no hay tu tía" que utilizamos en la actualidad.
De esta manera, cada vez que nos topamos con un obstáculo imposible de sortear o con alguien imposible de convencer, cuando no hay solución o la situación es inevitable, pronunciamos el "no hay tu tía" y la gente sabe que les estamos diciendo que no hay nada que hacer, que no lo vamos a conseguir.

martes, 2 de julio de 2019

Nuestro junio de cada año

Las costumbres son un lugar común al que recurrimos cada vez que organizamos planes. Los planes, cuando se rigen por la costumbre, terminan siempre en el lugar del recuerdo y en la obligación moral de repetirse, porque nada se convierte en costumbre si no pasa una y otra vez por el tamiz de la repetición. Lo peor de la costumbre es cuando se convierte en obligación, porque la obligación implica un compromiso moral que no todas las personas están en condiciones de poder cumplir.

Nosotros, de momento, vamos cumpliendo con nuestras propias costumbres y este año, como los anteriores, nos hemos marchado a la playa en el mes de junio. Hemos descubierto que la última semana del último mes del cole es perfecta por su clima, su precio y su tranquilidad. Tres factores que nos empujaron a iniciar esta costumbre vacacional hace ya cinco años y que hemos repetido, año tras año, mientras las condiciones económicas y personales nos lo han permitido.

Esta vez tocó en Estepona y esta vez, como las anteriores, fue una semana fantástica llena de momentos familiares y anécdotas para el recuerdo. Playa, piscina, paseos y descansos. Lo que son unas vacaciones familiares, lo que quieres que sean cuando te rodea tu familia y quieres disfrutar de su compañía más allá de cualquier otra pretensión.