miércoles, 10 de diciembre de 2014

Tarde, mal y nunca

Los tres plazos del necio, del sinvergüenza y del obtuso son tarde, mal y nunca. Tarde, porque generalmente no llega a tiempo a la disculpa. Mal, porque normalmente yerra moralmente en su intento por justificar lo injustificable. Y nunca, porque raramente enmienda su error con el acierto correspondiente. Los tres plazos del político español son los mismos que los del necio, el sinvergüenza y el obtuso. Ni sabe discuparse, ni sabe justifcarse, ni sabe enmendar los errores.

La ex ministra Ana Mato ha sido necia, sinvergüenza y obtusa. Implicada desde el principio en la trama corrupta Gurtel, afirmó no estar al tanto de los negocios de su ex marido y, lo que es más flagrante, no haber visto nunca el Jaguar que les regalaron aparcado en el garaje. Como si uno llega al garaje de su casa y no se da cuenta si hay un coche nuevo. Aunque todo se puede creer de quien afirma que su momento favorito del día es aquel en el que ve como visten a sus niños. A Ana Mato se la llevó por delante una imputación cuando no pudieron hacerlo sus nefastas decisiones al mando del ministerio de sanidad cuyo punto culminante tuvo lugar en la crisis del Ébola. Gracias a ella España carece de ley de dependencia, los inmigrantes no tienen derecho a atención primaria y las gestiones privadas van arañando la poca dignidad que le quedaba a nuestro sistema de salud.

Tarde, mal y nunca.

Necia, sinvergüenza y obtusa.