jueves, 23 de junio de 2022

Teatro

Cantaba La Lupe que la vida es puro teatro, pura interpretación cognitiva sin tener en cuenta las emociones porque siempre tratamos de vivir por delante del interlocutor y, sobre todo, siempre intentamos salvar el error antes de cometerlo. Por ello, cuando delante de nosotros hay algún superior laboral o algún maestro armero de la vida, nos precipitamos a escenificar nuestra conversación por temor a una reprimenda o, como mínimo, a un mal gesto.

Siempre me ha contado mi padre que hay alguien mucho peor que el patrón que explota y es el pelota que le sostiene. Como vivimos en un mundo donde lamer las botas del patrón da la seguridad del reconocimiento y la confianza del estómago lleno, preferimos intoxicar con sonrisas en lugar de lavarnos la cara y mostrar el brillo del orgullo en nuestra frente. Es por ello que terminamos siguiendo al rebaño y señalamos siempre a esa oveja negra que se descarria y termina despeñándose. Ella se lo ha buscado.

Las reuniones de empresa han terminado siendo un arriba el telón y una escenografía tan mal compuesta que, por singularidad, terminan siendo hasta hilarantes. Sonrisas impostadas, alabanzas sin venir a cuento y, sobre todo, la sensación de que hay una familia donde sólo hay un grupo de trabajadores. Nadie nos obliga a hacer amigos en el trabajo porque las amistades surgen por espontaneidad en lugar de por imposición, lo que sí deberíamos ser es compañeros y no apuñalarnos por la espalda para luego, cuando estemos todos juntos, terminar repartiendo abrazos como Judas sin conciencia.

miércoles, 1 de junio de 2022

Monta-man

Vivíamos en una época en la que se compraban juguetes en los Quioscos. Uno se acercaba a su quiosquero particular, le pedía una bolsa de Monta-man y se preparaba para sentirse el niño más especial del barrio. Íbamos guardando los duros que nos sobraban de la paga de los domingos y, cuando juntábamos, veinte, sabíamos que íbamos a tener juguete nuevo. Y no era un juguete cualquiera.

Los Monta Man venían en un envoltorio de plástico y venía todo desmontado, en una sola pieza donde todos los componentes iban soldados a una pieza cuadrada por un trozo de plástico. Había que ir arrancando las piezas e irlas montando, poco a poco. Una vez hecho, te quedaba un muñeco con brazos y piernas móviles. Algo innovador, ya que los clicks de Playmobil, por ejemplo, no podían mover sus piernas.

Generalmente eran militaes que incluían casco y accesorios de guerra. Y las batallas que formábamos con ellos en nuestras habitaciones eran épicas. Siempre buscábamos algún malo; generalmente algún muñeco de goma o algún Geyper Man, e inventábamos una aventura en el que el Monta-man terminaba siendo el gran héroe.