viernes, 29 de octubre de 2021

Abrir los ojos

Hay mucho dolor en algunas decisiones ajenas. Muchas veces ves que una persona a la que quieres se está equivocando y, sin embargo, por miedo a causarle algún tipo de dolor te guardas la angustia y te mantienes en silencio al tiempo que ves como la bola de nieve se hace más y más grande temiendo que algún día, cuando estalle, se lleve por delante la vida de esa persona. Nunca es tarde para abrir los ojos, el problema es que, cuando te das cuenta de que hay vida más allá del error, eres consciente de que has perdido algunos de los mejores años de tu vida.

Una de las personas más importantes en mi vida se enfrascó durante años en una relación tóxica que no le llevaba a ningún sitio. Ella abnegada y sacrificada, luchaba día a día no solo por mantener la relación sino para mantenerle a él, parásito indómito que se acopló en su sillón y tan sólo se levantaba para devorar bolsas de patatas fritas. Todos sufríamos en silencio hasta que decidimos dar el paso sabiendo que aquello nos podía costar su compañía.

No nos quitaba la razón, pero tampoco nos la daba del todo porque ahí seguía ella, tratando de sacar a flote un barco que estaba hundido desde que se botó por vez primera. Dedujimos que el tiempo terminaría por desgastar la venda y algún día vería la realidad que los demás veíamos, pero pasaban los años y el tipo seguía ahí, sin ningún interés por producir y mucho interés por agarrarse a su vía de salvación. Gozaba su suerte mientras nosotros nos preguntábamos porque nuestra chica no era capaz de ver su desgracia.

Ahora que la pasión se ha acabado y el fuego ha terminado en cenizas presas del aire, por fin se han abierto los ojos y han sido conscientes del error. Han sido muchos años de su vida, quizá los mejores, atada a un tipo que no la merecía y perdiendo experiencias que no van a regresar. Por eso tiene nuestros brazos y nuestra compañía, porque mientras se recompone, intentaremos que no pierda las ganas de seguir hacia adelante. Y es que hay algo más importante aún que el amor pasional y es el amor familiar, porque aquel nace del corazón, pero este se mantiene siempre dentro de las entrañas.

lunes, 18 de octubre de 2021

La negativa por respuesta

A España le hace falta una oposición responsable, educada y coherente. Y lo digo en los dos sentidos, porque, gobierne quien gobierne, la gresca termina imponiéndose a los acuerdos y la polémica siempre va por delante del sentido común. Algo que se agrava aún más cuando gobierna la derecha, experta en mandar a la calle a la gente con el miedo en el cuerpo y la bandera de España en la mano.

Las pocas propuestas emitidas por el Partido Popular se basan en el liberalismo salvaje y, por ende, en la destrucción de los pilares del Estado de Bienestar. La frase de Isabel Díaz Ayuso de que no se le puede regalar la educación a todo el mundo, choca de frente con nuestros ideales de país y acercan a la presidenta madrileña al trumpismo más radical. Es muy peligroso derribar las bases porque, tras ellas, se derrumban los cimientos. Y ha costado mucho trabajo tejer una red de servicios que ellos quieren dilapidar.

¿Y el resto de propuestas? Nada, la negativa siempre por respuesta. En ese caso, el gobierno se lo pone siempre fácil, basta con proponer o aprobar alguna ley para decir que ellos la revocarán y la llevarán a los tribunales. No hay más alternativas que decir que no a todo, llevar la contraria y confrontar, porque son políticos de poca talla y son tipos que, ante la adversidad propia, son capaces de tirar de cualquier mentira para meter el miedo a la ciudadanía. Si los datos de paro son buenos y la economía va progresando, ellos le llevan la contraria a las agencias y al banco de España y aseguran que España se encamina a la quiebra.

Utilizan el miedo como antídoto y lo peor es que saben que les funciona porque las encuestas le están respaldando, algo que no habla muy bien de España, para qué nos vamos a engañar.

jueves, 7 de octubre de 2021

Saber perdonarse

Nos pasamos la vida cometiendo errores. Que tire la primera piedra el que esté libre de ello. Nos pasamos la vida tropezando porque nos gusta arriesgar, nos gusta tirarnos al vacío y nos gusta sentir el mullido colchón de paja cuando encontramos el final de la caída. Pero, inconscientemente, siempre que decidimos correr unilateralmente hacia adelante, dejamos a alguien atrás, alguien cuyo resuello nos pide árnica, comprensión e incluso una pizca de afecto.

De nada nos sirve pedir perdón si estamos dispuestos a repetir los errores. Cuando uno tropieza, o hace tropezar a los demás, ha de saber que la vida aporta lecciones y que de nosotros mismos depende el saber o no aprenderlas. Uno vive más tranquilo cuando sabe perdonar, pero aún más cuando aprende a perdonarse a sí mismo, porque de nada vale la palabra si la conciencia no baila al son de las cicatrices.

Huir no es siempre de cobardes. Se puede ser valiente si sabes hacia donde vas, se puede ser consciente y al mismo tiempo sentirse una piltrafa porque del valor no depende el bienestar, sino que depende de saber que lo correcto vive en consonancia con lo naturalmente establecido. Para poner una vida patas arriba es necesario correr con los ojos cerrados, para restablecer una conciencia en necesario abrirlos, mirar hacia uno mismo y, sí, saber perdonarse.

lunes, 4 de octubre de 2021

De punta en blanco

Durante la Edad Media eran habituales los torneos o combates entre caballeros. De igual forma, los grandes caballeros, entendidos como nobles de casas con abolengo, eran los que siempre iban mejor equipados en los combates de guerra. Como quiera que aquellos años fueron propicios en guerras, disputas y retos en los que se ponía en juego la tierra y el honor, eran muchas las ocasiones en las que los caballeros ponían en riesgo su vida en pos de derrotar a algún enemigo en la contienda.


Para llegar en la mejor forma física posible a sus duelos, los caballeros entrenaban con sus armas casi a diario. Aquellas armas de entrenamiento eran, generalmente, de madera o de latón ennegrecido. El material, debido a su baja calidad, terminaba perdiendo el color y quedando prácticamente opaco a medida que la práctica del entrenamiento iba en aumento.

Sin embargo, el día del combate, aquellas armas melladas y descoloridas quedaban en la armería y los caballeros cabalgaban en sus monturas con sus mejores galas. Entre sus armas, las espadas estaban tan pulidas y brillantes que producían un color blanquecino al recibir los rayos del sol. Aquella punta blanca reluciente quedó como identidad del poder del caballero para deslumbrar. Por ello, se decía, debido a aquella punta de espada brillante, que los caballeros salían de su castillo, prestos al combate, de punta en blanco.

La expresión, a día de hoy, se ha extrapolado para referirse a las personas que van pulcramente vestidas, con elegancia y con la ropa totalmente impecable. Lo que viene siendo, vestir de gala.