martes, 29 de septiembre de 2020

Oposición a la oposición

La deriva política de la que estamos siendo testigos en este país, pasajeros de un barco que se hunde, como un Titanic sin salvavidas, es una vergüenza tan enojante que sólo pide palabras gruesas y actos violentos reivindicativos. Pero como nos educaron para mantener la compostura, expresar nuestras opiniones y erradicar los perjuicios, sirvan estas líneas para denunciar a todos aquellos tipos que están haciendo política a costa de nuestra salud y están haciendo el sinvergüenza a costa de nuestros impuestos.

Resulta que unos tienen la corona, que es el gobierno de España y los otros tienen la joya de la corona, que es el gobierno de la Comunidad de Madrid, y en lugar de sentarse a hablar, porque la situación de crisis sanitaria y económica no tiene precedente en los últimos ochenta años, se dedican a contradecirse, a reprocharse, a llevarse la contraria porque, cada vez que uno tome una decisión, el otro estará allí para decirle que es la incorrecta aunque ellos hubiesen hecho exactamente lo mismo. Porque su ejercicio no es el de gobernar, no es el de ejecutar, sino el de criticar, por ende, todo lo que haga el partido rival. Aunque ellos estén en el gobierno y los otros en la oposición.

Madrid no necesita reproches, ni confusiones, no necesita medias tintas, no necesita cobardía, no necesita políticos ineptos, porque Madrid necesita rastreadores, necesita sanitarios, necesita camas de hospital, necesita un plan de acción contra la pandemia. Necesita saber que, tras esta caída al vacío, cuando vaya a estrellarse, en lugar de adoquines haya un colchón de seguridad, porque Madrid necesita ser bien gobernado y no estar en manos de temerarios que la mandan al paredón por interés partidista, ni de cobardes que no se atreven a actuar por interés político.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Ley de vida

Nos remiten a la ley de la vida cada vez que los años hacen mella en alguno de nuestros seres queridos y

se presentan las dificultades en forma de enfermedad o entorpecimiento. Cuando van cayendo, poco a poco, en el pozo de la inutilidad, es cuando haces inventario de los momentos vividos con ellos y te invade la tristeza de lo irremediable. Porque la vida tiene su ley y el tiempo tiene una que es irreversible; lo que ya has vivido no lo volverás a vivir.

Cuando uno ha tenido una infancia trufada de seres queridos de todas las características, termina haciendo de su conocimiento un collage de frases, momentos y actuaciones. Mi infancia transcurrió en las casas del rellano de la segunda planta, transcurrió en un descampado frente a mi portal, transcurrió bebiendo fantas en la mesa del bar Rochano. Allí, siempre, había gente dispuesta a echarte una mano, a darte un bocadillo a media tarde, un pase de gol o una moneda de cinco duros para que echases una partida en la máquina recreativa.

La vida, con sus leyes tan caprichosas, consigue el tiempo termine borrando los instantes y dejándonos los recuerdos. Toda esa gente que me dio cariño son hoy adultos de vida ajetreada o proyectos de ancianos con vidas complicadas. Porque cuando la enfermedad aparece y llega la recapacitación, es cuando somos conscientes de que nada es eterno y todo es simplemente sustancial, aunque efímero. Te embarga la tristeza y te invade la preocupación. Cruzas los dedos y piensas en lo que te perdiste mientras rezas, a quien sea, que aún te quede algún minuto por ganar.

martes, 22 de septiembre de 2020

Dorar la píldora

Hace unos siglos, cuando la medicina incorporó a la química y los laboratorios se convirtieron en boticas, los

instigadores boticarios se convirtieron en el camino más corto hacia la panacea de los enfermos. Cualquier paciente con síntomas de dolor incontrolable podía acudir a la botica con una receta del médico y, allí mismo, el boticario les preparaba la medicina para el alivio de sus molestias.

Solía ocurrir que para la composición de los medicamentos, el boticario utilizaba infinidad de elementos químicos la mayoría de los cuales tenían un sabor demasiado amargo para el paladar. En la época en la que se comenzaron a fabricar medicamentos en forma de comprimido, las píldoras, en muchas ocasiones, eran imposibles de digerir. Para ello, los boticarios idearon una solución que era recubrir las píldoras de azúcar y pasarlas a fuego hasta lograr una textura y sabor mucho más agradable para el paciente.

Con el paso del tiempo, la expresión "dorar la píldora" terminó usándose para casos en los que se quería edulcorar una mala noticia. Cuando tenemos que contarle algo a alguien que no le va a gustar, intentamos disfrazar la realidad para contarle la noticia de manera que no le suponga un mayor trauma. Cuando hacemos eso, hablamos de dorar la píldora. Edulcoramos el amargor de la noticia igual que los boticarios de antaño edulcoraban el amargor de la medicina.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Ni las gracias

Sagrario trabajó como siempre, lloró como nunca, se dejó la piel, el alma y la cabeza entre pasillos y

habitaciones tratando de aportar su grano de arena para paliar el dolor de aquellos ancianos y viendo como se morían mientras le susurraban que no se querían morir. Trabajó enfundada en cuatro capas, sudando como un animal, regresando a casa para desgastarse la piel bajo la ducha, para no poder besar a sus hijos, para no querer hablar de todo lo que estaba pasando mientras la tristeza arrasaba con todo su interior.

Durante la primera ola de la pandemia murieron cincuenta y tres residentes, cincuenta y tres personas con su pasado, con su dignidad, con sus familias deseando saber noticias y recibiendo la más dolorosa mientras les advertían que les guardasen en el recuerdo porque no se podían despedir de ellos. Y Sagrario detrás del teléfono una noche tras otra, en el túmulo una noche tras otra, en las habitaciones una noche tras otra. Informando a los familiares del fallecimiento, amortajando ancianos que se hacinaban como perros abandonados en improvisadas salas mortuorias, administrando medicinas mientras le tosían en la cara y sin torcer el gesto porque aquellos que estaban ante sus últimos minutos merecían el trato que se habían ganado a pulso durante toda su vida.

Y ahora, tres meses después de que terminase el infierno que supuso la primera ola, les dicen que van a reducir personal, que, como ocurrió la otra vez, no tienen pensamiento de prevenirse por si esta segunda ola se vuelve a cebar sobre las residencias, que como hay menos ancianos y tienen habitaciones cerradas, tienen que desprenderse de gente porque, claro, para qué prever que esas habitaciones volverán a llenarse y para qué dar las gracias a las trabajadoras por los servicios prestados.

Es el ciclo del que se nutre la relación empresario trabajador en nuestro país. Te contrato, te formo y, aunque puedo tener previsión de crecimiento en un futuro, mientras el presente no sea halagüeño, te despido para, más tarde, volver a contratar a otra persona, seguramente por un precio más barato, a la que tendré que volver a formar y, seguramente, volver a despedir.

El ciclo sin fin que les mueve a todos.

lunes, 14 de septiembre de 2020

El blanqueamiento del fascismo

Ahora están de moda las ocupaciones de vivienda. Los que callaron ante los desahucios, son los


mismos que hoy alertan al país del peligro que los ciudadanos corren de perder su casa a manos de gente ajena si tienen un descuido. Y todo ello, claro está, por culpa de esos piojosos perroflautas que gustan tanto de aprovecharse del trabajo ajeno y que están amparados por el partido que hoy apoya al PSOE en la formación de gobierno.

Valga la ironía para asociar, claro está y aunque ya se nos haya olvidado, a esos piojosos sin oficio ni beneficio, con esa dictadura venezolana sobre la cual nos machacaron día sí y día también cuando Podemos obtuvo setenta diputados y ponía en serio riesgo al bipartidismo en aquellas elecciones que hubieron de repetirse en junio de 2016. Porque, como hoy nos avisan de que si estos siguen en el poder, todos vamos a perder nuestras casa, entonces nos avisaban que si, estos llegaban al poder, nuestro país se iba a convertir en otra Venezuela.

Es la estrategia del miedo; utilizar la mentira, desfigurar la verdad y vender tremendismo. Vosotros veréis lo que vais a hacer, pero será mejor que no os tengáis que arrepentir. Y claro, el ciudadano medio, ese que tiene el péndulo en su cabeza en forma de espada de Damocles, pica el anzuelo, dice aquello de virgencita, virgencita, que me quede como estoy, y termina votando a los de siempre, porque más vale malo conocido que bueno por conocer.

El problema es cuando llega otro partido que intenta volar la democracia con ideas autocráticas, desvariadas o antisistema. El problema es considerar que pasa mucho cuando se levanta un equipo que defiende a los pobres y que no pasa nada cuando aparece un equipo que defiende a las clases más poderosas. Porque por mucho que Vox venda victimismo, venda demagogia y venda populismo, su programa es un anillo al dedo para los ricos y una patada en el culo de los más necesitados.

Con ellos todo son risas, todo son parabienes, todo es blanqueo. Se blanquea el fascismo mientras se investigan las cuentas de otros partidos, mientras se acosa en su domicilio a un vicepresidente día tras día, mientras salen a las calles con brazos en alto y banderas anticonstitucionales. Se blanquea el fascismo mientras dicen añorar la dictadura, mientras llenan los platos de tipos sin escrúpulos, mientras llenan las calles de tipos sin corazón.

Te van a vender una distopía tras otra. En una tu país será Venezuela, en otra tu casa será ocupada y en la próxima tus hijos terminarán viviendo debajo de un puente. Mientras, los poderosos, esos que realmente quieren tu casa, esos que realmente quieren verte debajo de un puente mientras compran máquinas de contar billetes, seguirán al mando de todos esos medios de comunicación que blanquearán a los fascistas mientras te hacen ver que tu vida, con este gobierno, va a ser una ruina.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Encanna

Si existió un momento clave en la historia de Martes y 13, este fue el de la Nochevieja de 1985. Hasta entonces había sido, primero un trío y un dúo, después, con su correspondiente cuota de gracia. Lo suyo eran las imitaciones y las parodias llevadas al absurdo. Entre ellos, Josema ponía el toque de humor más racional y Millán era todo esperpento. Un par de genios que vinieron a ganarse al mundo el día que, según ellos, improvisaron uno de los diálogos más descollantes de la historia de nuestra televisión.