miércoles, 20 de mayo de 2020

El Califa

El Califa fue luz en la palabra y sombra en la duda. El Califa se marchó cuando hasta los suyos le dijeron que había quemado su discurso. El Califa fue hombre de tiempos pretéritos cuyas ideas sobrevivieron al tiempo y a las tempestades. Fue consecuente, coherente y hasta arriesgado, pero más allá de su discurso queda una persona que el tiempo, como siempre, tras el olvido, el reposo y el perdón, ha terminado por mitificar.

El Califa fue transversal porque llegó hasta el mismo día de su muerte, porque dijo las verdades del barquero, esas tan incómodas que desde la bancada derecha se querían silenciar y desde la izquierda se querían despreciar, porque nada es más incómodo que recordarte que eres un vendido y nada es más violento que recordarte que eres un traidor. Al Califa no le gustaba la Constitución pero denunciaba su incumplimiento. Al Califa no le gustaba la podredumbre del estado y lo recordaba con citas memorables y discursos punzantes.

A Julio Anguita le retiró el corazón, la muerte de su hijo, la jubilación y el desencanto. Pero siguió estando vivo hasta el último día, para dar el consejo certero, la palabra inquieta, el discurso coherente. Porque siempre fue fiel a sus ideas de igualdad y progreso, porque a los que hoy llaman progres no son sino los herederos de un tipo que, cuando estuvo en política, despertó el interés de una generación de jóvenes desencantados. Puso contra las cuerdas a Felipe, desenmascaró a Aznar y se dejó vencer cuando hasta los suyos se vieron acorralados. Y es que no hay estigma más incómodo que la verdad.

Que la tierra sea leve, Califa.

martes, 5 de mayo de 2020

Primavera

La primavera es sol, polen, alergia y hoy, extrañamente, una libertad con la que no sabemos qué hacer. Porque esta primavera ha estado precedida de la muerte, del miedo, del desastre. Unos políticos erraron en su pronóstico, otros erraron en su oposición y los pocos aciertos quedaron ocultos por el ruido y olvidados por el sinsentido.

Hemos vuelvo a salir pero ahora tenemos miedo a mirarnos a los ojos, tenemos miedo a acercarnos más de un metro, nuestra frontera es una mascarilla y nuestro límite es un kilómetro. Nos va a costar acostumbrarnos a la nueva realidad y nos va a costar volver a ser nosotros mismos porque ahora convivimos con alguien que, aunque invisible a la vista, se hace visible en la conquista. Es la primavera del miedo, la de la nueva normalidad.

Una nueva normalidad sin besos, sin abrazos, con una vida social limitada y con miles de sueños rotos. Ir recomponiendo los pedazos, pegándolos y volviendo a formar las ilusiones será una tarea ardua pero absolutamente personal. Más allá de que dependamos de las decisiones de otros, nos tocará a nosotros saber que hacemos con nuestro propio miedo y saber, sobre todo, que hacemos, o no, con nuestras propias necesidades.