miércoles, 24 de febrero de 2010

El Carnaval del toro

Con este último, van ya siete años los que llevo acudiendo de manera consecutiva al Carnaval del toro en Ciudad Rodrigo. Como bien indica su nombre, la fiesta, una de las más antiguas en toda España, discurre a través del toro aunque yo, a decir verdad, toros veo pocos.

Porque lo que a mí me interesa es ver a mis amigos, disfrutar de ellos y dejar media docena de anécdotas para la posteridad. Circula por ahí un vídeo mío con un baile bastante gracioso. Son cosas del vino ribeiro. Existe en Miróbriga una pulpería que, de pura tradición, se ha convertido en nuestro trampolín hacia la inmortalidad y en nuestra tumba hacia nuestros arrestos nocturnos. Este año, más que otros, la toma de la Colada ha sido inolvidable. Este año, igual que otros, el Carnaval de Ciudad Rodrigo ha sido inolvidable. Gracias por todo, gañanes.

"¡Aos pal pueblo!".

martes, 9 de febrero de 2010

Perdidos

Supongo que todo el mundo tiene su personal dosis de frikismo. Hay quien colecciona vasos de chupito de sus viajes por el mundo, hay mujeres que no saben vivir sin tres docenas de zapatos en el armario, hay quienes se inyectan por los ojos todo el fútbol del que son capaces de soportar y más y hay otros que, de pura melomanía, convierten su casa en un museo de la música.

Yo también tengo mis vicios y uno de ellos es la serie "Perdidos".

Aún recuerdo cuando le dije a Sagrario "tienes que empezar a ver una serie con la que me he picado para poder verla los dos juntos". Cuando quise preguntarla ya me llevaba cuatro capítulos de ventaja. El de "Perdidos" es un mundo extraño, extravagante y misterioso. A menudo me pregunto si todo este trama tan enrevesado lo tenían los guionistas en la cabeza desde el principio o si, por el contrario, se han visto obligados a ir improvisando temporada tras temporada.

Muertes, desapariciones, líos, guerras, viajes en el tiempo, organizaciones sectarias, nativos rebeldes, accidentes de avión y un pasado turbulento en cada uno de los personajes y todo ello en una isla que realmente nadie sabe dónde se encuentra. Hoy comienza la temporada final y este de aquí no piensa perdérselo.

miércoles, 3 de febrero de 2010

La recompensa

Ayer mi padre cumplió sesenta y tres años. Como tantos y tantos niños que nacieron en el interior de una España de postguerra, le tocó vivir años de hambre y necesidades. Durante muchos veranos no tuvo ni para tener unas sandalias. Se agarró a un trillo con siete años después de quedar huérfano de padre y trabajó en el monte con los carboneros hasta que a los dieciocho dijo "basta" y se vino a Madrid, solo y con los bolsillos vacíos.

Desde los veintiuno lleva trabajando de obra en obra, partiéndose el pecho, el alma y la espalda para que cada uno de nosotros tuviésemos siempre un plato de comida caliente en la mesa. Ahora cumple sesenta y tres y le agarra el paro, la crisis y la necesidad.

Esa es su recompensa por tantos años de esfuerzo. Una pensión de mala muerte y la sensación de que todo lo que ha hecho no le sirve para nada.

En realidad tiene otra recompensa. Ayer, como todos los años, su mujer, sus hijos y sus nueras se sentaron alrededor de una mesa para cantarle el cumpleaños feliz. El dinero ayuda, pero quien realmente hace la felicidad es la familia. Tanto trabajo sí ha merecido la pena, ahora es un hombre admirado y eso no lo consigue mucha gente.