martes, 2 de junio de 2015

Fiestas

Las fiestas de Getafe me evocan días de niñez y juventud. Los primeros viajes en el tiovivo bajo la mirada feliz de mis padres. Los algodones de azúcar y los paseos hasta el descampado de Juan de la Cierva, en el mismo lugar donde hoy se erigen los terrenos deportivos de la Universidad.

Recuerdo los conciertos en la Calle Juan de la Cierva, donde hoy está el ambulatorio; el día que vimos a La Década Prodigiosa, a Loquillo e incluso al Fary. Había un sinfín de momentos por los que disfrutar y, casi siempre, rematando la noche con un chocolate con churros.

Recuerdo cuando quisimos volar libres y dejamos a nuestros padres huérfanos de plan. Nos entregábamos al botellón, al pincho barato, a la música alta, a la fiesta, a la madrugada. Nos creíamos que la juventud iba a tardar toda una vida y por ello nos bebíamos cada noche. Tengo los mejores recuerdos del mundo de las noches de fiestas de Getafe junto a mis amigos.

El paso del tiempo te hace recordar lo mejor y vivir el futuro poniéndonos en el lugar que tenían nuestros padres cuando nosotros éramos unos mocosos que pedíamos un juguete, un algodón de azúcar y un viaje en El Tren de la Bruja. Ahora entiendo porque sonreían. Me veo en ellos y sé que cada vez que vea a mis hijos sonreír yo también sonreiré, porque ahora estas fiestas, además de para mí, son principalmente para ellos.