martes, 23 de marzo de 2021

Bicicleta

Las crisis de los cuarenta requieren medicina tradicional contra añoranzas complejas. Uno sabe que no volverá a ser joven y, aún así, echa de menos ciertos momentos de su infancia en los que fue feliz y, sobre todo, libre. Porque en aquellas tardes con mi vieja BH California descubriendo caminos y encontrando atajos, encontré momentos de reencuentro que no he vuelto a tener de la misma manera. Así, a medida que la California terminaba en la chatarrería y la primera Mountain Bike terminaba en el olvido, fui convirtiéndome en adulto apegado al paso pero alejado del pedal. Por ello, cuando Pablo aprendió a montar en bici y empezó a manejar con soltura su bicicleta nueva, supe que, para que él pudiese aprender a ser un niño feliz, necesitaba que yo le descubriese caminos y le hiciese encontrar atajos. Por eso he vuelto a comprarme una bici y, aunque tengo la espalda quebrada y el culo demasiado tierno, he disfrutado como un enano recorriendo caminos de antaño y descubriendo nuevas rutas por los confines de Getafe. Y es que nunca es tarde para regresar a la infancia.

lunes, 8 de marzo de 2021

No hace falta el 8-M

Después de un año repleto de manifestaciones indignas, el delegado del gobierno de Madrid prohibió las manifestaciones para el día 8 de marzo. La decisión, que debía haber sido ejemplarizante por objetividad, se convirtió en discriminante por subjetividad, porque al igual que las mujeres hoy, muchos de los que hasta ayer habían salido a la calle, deberían haberse quedado en sus casa alertados por una situación sanitaria que se ha llevado un puñado de miles de vidas como si de una guerra se tratase.

Pero esta guerra, más allá del virus, es contra una forma de pensar que esquilma los cánones establecidos. Porque la cultura general de este país habla de supremacía masculina, de obligaciones distintas según el sexo y, sobre todo, de impunidad ideológica a la hora de tratar a las mujeres como tal. Ya no hablamos de desigualdades en materia de posiciones, sueldos y reconocimientos, que son graves, hablamos de detalles tan importantes como el miedo y la necesidad de proteger a la mujer frente a la incultura y una educación dirigida a tratarlas como un ser inferior.

El sábado por la noche, durante la previa a la entrega de los premios Goya, se coló en el directo de Facebook de Televisión Española la conversación de dos tipos, imagino que corresponsales de prensa, opinando sobre la delgadez, la fealdad y las pintas de puta de algunas de las actrices participantes en la gala. Esta noche, para no ir más lejos, una panda de intolerantes se han dedicado a borrar, a base de brochazos, el mural feminista que adornaba las paredes de Ciudad Lineal. Y después de todo esto, aún vienen a decirte que no es necesario el 8-M.

Son sólo dos ejemplos, pero es su forma de hacernos ver que no toleran los gritos de libertad y que para ellos igualdad es superioridad, porque nunca van a comprender que feminismo es equiparación y no supremacía. Porque supremacía es lo que la historia ha otorgado al hombre por encima de la mujer sólo por una cuestión de género. Y aquí no hablamos de fuerza, ni de habilidad, ni de capacidades físicas, hablamos de personas y, sobre todo, hablamos de derechos, de todos aquellos intangibles que siguen siendo tabús asociados en femenino pero muestras de hombría asociados en masculino.

Mándales a la mierda cuando te digan que no hace falta el 8-M.

lunes, 1 de marzo de 2021

Abrir los ojos

Todos los sueños terminan con los ojos abiertos y una irreal sensación de angustia, duda o placer recorriendo tu cuerpo e incluso acariciando tu espina dorsal. Cuando es la felicidad y la sensación de gusto lo que invade el momento, no deseamos que el sueño termine, que el momento se acabe, que la palabra fin ponga punto y seguido a nuestras vidas, pero siempre que aparecen las borrascas mentales, el pesimismo y la depresión social, estamos deseando llegar al final del túnel para poder abrir los ojos y dejarnos cegar por ese rayo de luz que, de alguna manera, lo interpretamos como un conato de esperanza.

Esta pesadilla del coronavirus se ha llevado por delante un año de nuestras vidas. Con todo lo vivido, lo esperado e incluso lo inesperado, aún podemos dar suerte porque hemos salido adelante, aún con nuestros sustos, todos de pie y podemos seguir mirándonos a los ojos e incluso trazar un plan culminándolo con esa frase que nos ha partido en dos pero que sigue teniendo vigencia de promesa pendiente: "Cuando todo esto termine". Hemos quedado tan hartos de estar encerrados, de ser prudentes y de mirar hacia el frente esperando el milagro, que cuando hemos empezado a abrir los ojos hemos empezado a sentir que nacíamos de nuevo.

Con toda la prudencia del mundo, sin juntarnos con nadie y buscando lugares al aire libre, tras la vacunación de Sagrario hemos vuelto a respirar un poco de aire y hemos vuelto a darle un poco de emoción a nuestras vidas. Encorsetados como estábamos, estos dos últimos sábados de paseo por lugares de la sierra de Madrid nos han sabido más a regalo que a experiencia. Ver a los niños correr, a nosotros buscar el sol y volver a almorzar en familia sentados en cuatro piedras nos han hecho sentir que la vida es eso que ganas cuando crees que ya lo habías perdido. Que es ese momento, tras la pesadilla, en el que por fin puedes empezar a abrir los ojos.