miércoles, 10 de diciembre de 2014

Tarde, mal y nunca

Los tres plazos del necio, del sinvergüenza y del obtuso son tarde, mal y nunca. Tarde, porque generalmente no llega a tiempo a la disculpa. Mal, porque normalmente yerra moralmente en su intento por justificar lo injustificable. Y nunca, porque raramente enmienda su error con el acierto correspondiente. Los tres plazos del político español son los mismos que los del necio, el sinvergüenza y el obtuso. Ni sabe discuparse, ni sabe justifcarse, ni sabe enmendar los errores.

La ex ministra Ana Mato ha sido necia, sinvergüenza y obtusa. Implicada desde el principio en la trama corrupta Gurtel, afirmó no estar al tanto de los negocios de su ex marido y, lo que es más flagrante, no haber visto nunca el Jaguar que les regalaron aparcado en el garaje. Como si uno llega al garaje de su casa y no se da cuenta si hay un coche nuevo. Aunque todo se puede creer de quien afirma que su momento favorito del día es aquel en el que ve como visten a sus niños. A Ana Mato se la llevó por delante una imputación cuando no pudieron hacerlo sus nefastas decisiones al mando del ministerio de sanidad cuyo punto culminante tuvo lugar en la crisis del Ébola. Gracias a ella España carece de ley de dependencia, los inmigrantes no tienen derecho a atención primaria y las gestiones privadas van arañando la poca dignidad que le quedaba a nuestro sistema de salud.

Tarde, mal y nunca.

Necia, sinvergüenza y obtusa.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Injusticias cotidianas

El día a día, la rutina, el codo con codo, las horas laborales terminan concediendo amigos y regalando buenas amistades. En otros casos son buenos afectos, pero son sentimientos de afinidad que se terminan arraigando por la mera inercia del compañerismo. La gente nociva, esos que se empeñan en hacer de tus días un lugar oscuro, son los verdaderos enemigos de la felicidad. Uno tiene que buscarse el pan lejos de casa y aún sigue habiendo gente que te hace creer que ese pan debe convertirse en lamento lastimero por el resto de tus días. El ego contra el compromiso.

El problema de confundir productividad con coste y eficencia con eficacia es que terminan confundiéndose las prioridades tras el balance de cuentas. En el momento en el que un empleado es considerando como un coste indirecto, entramos en un problema donde la injusticia termina primando sobre la necesidad. Los compañeros salen por la puerta sin merecerlo y a ti se te va quedando cara de susto, más que nada, porque nada te hace pensar que, visto el proceso de desalojo, no te toque a ti ser el siguiente.

Son los daños colaterales de la sociedad que, queriendo o no, hemos terminado por construir entre todos. La política del miedo prima sobre la política de productividad. La amenzana y la espada de Damocles siempre sobre la cabeza. Y al mínimo error a la calle. Y en algunos casos, sin cometer error. Simplemente porque te consideran un puñetero coste indirecto. Y lo peor de todo es que te dicen que no te puedes quejar. Faltaría más.

lunes, 17 de noviembre de 2014

El avestruz

El avestruz baja la cabeza a ras de suelo para pasar desapercibido en caso de peligro. Es por ello que cuando alguien suele evitar una responsabilidad, se le suele comparar con el ave más grande del planeta y hacerle saber que sus silencios incómodos y sus idas y venidas por las ramas pueden estar muy bien para él, pero que el ser humano carece de alas, patas extremadamente largas y cuello de tubo. Vamos, que no somos avestruces para bajar la cabeza y quedar como un cobarde ante la verdad.

La técnica del gobierno de España es la misma que se hace llamar "del avestruz"; agachar la cabeza, guardar silencio y dejar que los problemas pasen de largo. El tiempo, creerán ellos, terminará curando las heridas con una dosis de olvido. Y las mentiras volverán a forjar un mito que ya no se sostiene. Lo peor de todo es que este pueblo necio en el que crecemos siempre termina creyendose aunque su demoledor poder destructivo termine cayendo siempre sobre las mismas cabezas.

Cuando los problemas económicos del país se deben a la herencia recibida, los problemas de ausencia de fé patria se deben al terrorismo y la desinformación, los problemas epidémicos se deben a los enfermos, los accidentes ferroviarios son culpa del conductor y los corruptos afines al partido son aquellas personas de las que usted me habla, queda en evidencia la carencia de valor y aplomo de quien debe coger el toro por los cuernos. Un buen presidente no promete mentiras, un buen presidente viaja a Cataluña para conocer el problema de primera mano y viaja al País Vasco para hacer de interlocutor directo con los disidentes, un buen presidente prescinde de su ministra de Sanidad cuando falla la cadena de protocolos sanitarios, un buen presidente busca soluciones ante los errores, un buen presidente se desmarca directamente de las manzanas podridas de su partido y si no le fuese posible evitar que los indicios le señalasen, un buen presidente se marcharía inmediatamente.

Los cobardes, como el avestruz, agachan la cabeza, guardan silencio y dejan que los problemas pasen de largo.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Miedo

Vivir con miedo es normal en cuanto no eres tú quien controla una situación. Cuando eres capaz de medir el riesgo y tomar una precaución, puedes caminar tranquilo por la vida, pues de lo contrario, te convertirías en un temerario. En tal caso, el miedo sería un problema secundario para tí.

El problema de no tener la capacidad congnoscitiva de controlar el peligro es tener la sensación de que todo puede escapar de tus manos. Ves a una persona morirse apenas a unos kilómetros de ti y no eres capaz de precedir si su fatal destino es el final o simplemente el principio de una devastación. Y es entonces donde visualizas tu debilidad, donde pronosticas tu posible escapatoria y donde te das cuenta de que solamente puedes salvarte si la fatalidad pasa de largo cuando camine cerca de tu casa.

Reconozcámonos como egoístas. Una enfermedad contagiosa se expanden a miles de kilómetros de nuestra casa y seguimos planeando el futuro a corto plazo mientras masticamos, ajenos a la realidad, desde el sofá de casa. Pero cuando el virus viaja tanto como para acomodarse a pocos kilómetros de nuestro domicilio es cuando comienzan las dudas, comienzan los planteamientos y comienza a notarse el miedo. Ni Teresa, ni los que ahora la cuidan, habrán sido capaces de controlar el virus porque todos estamos expuestos a una decision ajena y a un error propio. Es la naturaleza del ser humano. Y cuando entramos en pánicos nos quedan dos opciones: escapar o esperar que la fatalidad pase de largo cuando camine cerca de tu casa.

miércoles, 8 de octubre de 2014

La cuestión católica

Hay quien lleva dictando leyes durante siglos y se cree con la potestad de seguir imponiendo los designios de su Dios por su supuesta gracia divina. Hay quien aún no ha entendido que la sociedad occidental ha ido dando pasos de gigante mientras ellos miraban desde su vitrina opaca y avanzaban hacia atrás, como los cangrejos. Hay quien aún duda de la moralidad del ser humano por el único hecho de no saberse creedor de un ser todopoderoso. Hay quien ruega a Dios y apreta el mazo con ambas manos para atizar palos de ciego que aún, en ocasiones, suelen dañar la carne de quien no lo merece.

Hay quien intenta llevar las cuestiones a su terreno. La cuestión del aborto la han convertido en una cuestión católica y no se dan cuenta de que el proyecto de ley ha fracasado porque suponía un atentando contra la voluntad de las mujeres y no a favor de la defensa del concebido, tal y como exclamaban. El aborto libre, tal y como ellos denuncian, tendría el peligro de que todas las embarazadas terminasen tumbadas en la camilla de un cirujano. No es así. No existe el aborto libre; existe el aborto consensuado, el aborto voluntario ante diferentes situaciones particulares y el aborto obligado por trauma personal.

Las leyes, más que con el cilicio entre las ingles, deben hacerse con la cabeza. Cuando los ciudadanos votan una opción no están reclamando una dictadura ideológica. Y si lo hacen, es que algo está fallando. Las leyes, hasta hace poco, fueron una cuestión católica antes de una cuestión de estado. Hablan de la transición y hablan de un estado laico, pero aún hay quien no ha entendido lo que todo eso debe significar.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Familia

La familia es el lugar común donde encontramos añoranza, cariño y planificación. Cada familia es un mundo y cado mundo es lugar donde conocer los parajes más misteriosos. El tiempo establece los hábitos, las complicidades y las anécdotas. Más allá de los defectos, sabemos reconocernos en compañía y sabemos que, aunque una lágrima asome en la mirada, siempre existirá un plan pendiente de cumplir. Es la ilusión de querer vivir día a día.

Cuando uno entra en una familia que no es la suya existe el temor al rechazo, al no saber encajar las bromas, a desconocer las costuras por las que se pueda romper una conversación. Las expectativas, sobre tí, siempre son altas, porque eres el novio de su hija y ellos no van a dejar que su hija se enamore de cualquiera. O eso quieren creer. El primer contacto suele ser frío, por más que te empeñas en poner toda la leña en la chimenea. Es como una examen tipo test en el que lo que más importa es no escoger la respuesta equivocada.

Una vez que conoces la piscina y te agrada la temperatura del agua, puedes sumergirte sin peligro y con disfrute hacia el fondo para bucear en total confianza. Estando en familia, cada uno encontramos el lugar en el que desenterrar nuestros secretos, relatar las confidencias y derrochar los nervios acumulados para convertirlos en carcajada. Un fin de semana en familia es una terapia perfecta para olvidar todos los problemas, para escapar de ese día a día que nos atrapa y que nos convierte en seres solitarios. Seres que un día abren la puerta para escapar y encuentran el calor de una familia esperando a convertirse en el refugio que estabas buscando.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Otra vendrá que buena me hará

O el mismo perro con distinto collar. Si se trata del espejo por el que se mira, pueden existir muchas percepciones, pero una sola realidad. A menudo celebramos un suceso, ignorantes de que el siguiente golpe de tiempo nos traerá un suceso igual o peor.

El alborozo ante la renuncia de Ana Botella a la reelección como alcaldesa de Madrid, ha cegado la verdad que muestra que a la reina muerta le puede suceder una reina puesta de igual o peor calado. Uno ve la terna de aspirantes y comienza a rezar un "virgencita que me quede como estoy" porque las ideas, más allá de la persona, sobreviven intactas en cada uno de los ideales propios.

La nieta de un general franquista, la delegada del gobierno que llena Madrid de antidisturbios ante cualquier conato de manifestación y la mujer que desplanta con displicencia a los agentes de la autoridad. En esas manos estará Madrid. Otra vendrá que buena me hará.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Retos

Los retos forman parte de la vida del ser humano en cuanto a su capacidad para motivar su propio ego. Hay quien promete un cielo y quien se conforma con un grano de arena. Hay quien se levanta un día y decide cambiarlo todo y hay quien lo cambia todo poco a poco para al final no terminar cambiando nada. Pero en el camino quedan cada uno de los pasos y en cada paso queda el rastro de un reto peleado con uno mismo. Muchos a la espera de ser logrados, otros, olvidados en el cajón o dados por imposibles y otros, generalmente los menos, aupados en el podium de las promesas cumplidas y en el altillo del orgullo más altivo.

Quien se pone un reto encuentra un motivo para seguir adelante, para seguir mirando a la vida a los ojos, para no caer en el pozo de la monotonía. A menudo nos asaltan las dudas de lo que pudimos haber sido y esta duda suele ser tormentosa cuando llegamos a creer que el yo ficticio podría haber sido mejor que el yo real. Es entonces cuando la peonza deja de girar y necesitamos encontrar la fuerza para volverla a lanzar al suelo. Para ello necesitamos un motivo, un reto, una pasión.

Mi reto, más allá de su incumplimiento, promete llevarme al límite de lo que hasta ahora he desconocido. Cada reto es un paso más para seguir viviendo. Cada paso es un motivo para seguir aprendiendo. Y en el aprendizaje vital encontramos los lugares comunes donde perduran todos los recuerdos. Quien sepa revivirlos con entusiasmo y pasión, habrá cumplido gran parte de sus retos.

miércoles, 30 de julio de 2014

Genocidio

Por más que señalen a Gaza como un nido de extremistas radicales, por más que se empeñen en vender la paz de occidente como una batalla contra el malvado oriente, por más que nos hagan creer que una religión tan discriminatoria es un atraso para la evolución social, por más que nos hagan creer que aquello es una guerra; matar cientos de personas al día, exterminar niños y expulsar a familias de su hogar es un genocidio. Esa es la palabra.

martes, 29 de julio de 2014

La boda del año

La satisfacción se representa con una sonrisa y se refleja en una mirada. Los planes suelen generar angustia hasta que llega el día señalado. Tantas horas de trabajo, tanto dinero invertido y tantas ilusiones puestas para que todo salga bien. Y cuando llega el día, de repente te das cuenta de que todo está en el aire. Surgen las dudas, crecen las expectativas y te señalas a ti mismo cuando crees que hay algún cabo suelto. Pero cuando llega el día y los acontecimientos se encadenan como una fila de fichas de dominó dispuestas a formar la imagen más bella del mundo.

Cuando uno ve a una novia caminar hacia el altar mojada en lágrimas, es cuando es consciente de la importancia que tiene el día para ella. La transcendencia la marca el momento y el momento es el que suele tacharse en el calendario. Cita obligatoria, ruegos incontenidos. El enlace matrimonial se fue convirtiendo en el desenlace de un cuento de hadas. El sí quiero bajo la sombra de un árbol centenario, los columpios aún resistiendo a la inercia con un breve balanceo, el viva los novios de un niño pequeño y el beso final entre aplausos de reconocimiento.

El agradecimiento de cada persona se representa con un gesto, un beso o una sonrisa cómplice. El día que mi hermano pequeño se casó con Marta, vi miles de conatos de agradecimiento y comprendí que quien entrega todo lo que tiene suele recibir a cambio todo lo que le pueden dar. Ellos se empeñaron en convertir el día en inolvidable y el día se convirtió en el más feliz de sus vidas. Yo, que tuve mi pequeña representación en forma de palabra y me uní a la fiesta con el entusiasmo de un niño pequeño, solo puedo resumir el día en una palabra: Bodón.

Sed muy felices, chicos.

lunes, 9 de junio de 2014

Patriotismo (Utopía)

A menudo nos atacan preguntas y nos invaden curiosidades relevantes. Los ignorantes y los conformistas viven con el alivio soplando sobre su frente porque a ellos no les interesa saber ni les inquieta conocer verdades elementales. Existen preguntas que, por el mero hecho de la socialización humana, terminan por perseguirnos durante toda la vida y aparecer en una noche de insomnio en la que cada uno repasamos el pasado para poner en orden el posible futuro ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿Existe el más allá? ¿Hay reencarnación? Pero más allá de tararear melodías rockeras a ritmo de la guitarra de Siniestro Total existen cuestiones menos existencialistas pero más cotidianas ¿Qué significa la política para nuestros políticos? ¿Qué significa la sociedad para las altas esferas? ¿Qué es el patriotismo? Entre otras, las dos primeras son cuestiones de fácil respuesta comprobando la puñetera injusticia en la que se convierte en el día a día del ciudadano de a pie. La tercera, más por acotada socialmente que por polémica sibilinamente, precisa un momento de reflexión y algún párrafo de consideración.

Veo a esa gente con la pulsera bien anudada y la bandera ondeante con los colores de la bandera de España y me pregunto qué sienten ellos para considerarse más españoles que nadie, qué gusanillo les ha picado para sentir la patria en el corazón y no reflexionar sobre las veleidades de un sistema que tiende a la corrupción y se pudre fácilmente. Qué palpita en su corazón para sentir ese amor por una España que decepciona más que satisface y que históricamente ha sido una patria de soñadores gobernada por ineptos.

Acaso puedo llegar a sentir envidia de todos ellos; más por la necesidad humana de creer que por la de comprender, porque en este punto estoy aún muy lejos de entender qué les mueve y qué fe ciega rige sus designios. Yo no entiendo la patria como algo propio y personal, no entiendo el sentimiento de españolía como algo aferrado a mi socialización más allá del origen. No es que yo no decidiese nacer aquí, es que aquí me han defraudado tantas veces que aún no sé si reir, llorar o pararme en una esquina a preguntarle al mundo que significa estar orgulloso de ser español.

Porque un país va más allá de un equipo de fútbol, es más que un Roland Garros o un Tour de Francia. Por supuesto que me siento capaz de animar a un equipo de mi tierra, a un deportista o incluso a un opinador siempre que considere sus reflexiones como coherentes, pero no puedo sentir orgullo por una tierra viciada de costumbres rancias que tienden a la envidia y a la ponzoña.

Vivo en un país donde se juzga e inhabilita a los jueces que persiguen la corrupción, en un país donde se rescatan bancos y se deshaucia a obreros, un país donde te juzgan por no saludar una bandera y que al mismo tiempo te lapidan verbalmente si saludas a una bandera distinta, un país donde se llama parásitos a los parados y diputados a los parásitos, un país donde doscientos senadores chupan del bote y se atreven a dar lecciones, un país donde la envidia es deporte nacional y la soberbia es paradigma de la opinión, donde un científico tiene que emigrar para lograr una condecoración y sin embargo se condecora a obispos y políticos de menor rango, un país donde la emigración forzosa le llaman movilidad exterior y donde el auxilio de los inmigrantes se responde con pelotas de goma. Un país donde la caja B no es juzgada, donde nadie dimite por decir sandeces en diferido y donde el dinero de los parados se utiliza para pagar mariscadas y cocaína a falsos profetas de la humildad. Un país donde el vecino cobra en dinero negro y nosotros lo aplaudimos, donde el pez gordo cobra en dinero negro y nosotros asistimos indómitos a su rescate, donde el político cobra en dinero negro y nosotros le seguimos votando.

Un país donde un deportista, verdaderos héroes de la época moderna, es juzgado socialmente según la bandera que enarbole en las victorias o en el idioma que utilice para expresar las derrotas. Donde se censura la pitada al himno nacional pero se alaban los abucheos a un presidente del gobierno. Un país donde la oposición pone trabas a una subida de impuestos y cuando llega al poder lo primera que hace es subir los impuestos de manera sibilina. Siempre a las clases bajas, siempre coartando las expectativas de quien sabe que no puede porque le han hecho creer que no puede. Un país donde las becas son un regalo extraordinario, donde no te puedes manifestar por una causa pero se pueden cerrar calles para que salga a pasear un santo, donde hacemos ricos a tertulianos que defienden lo imposible o que son capaces de defender dos posturas opuestas en un sólo minuto, donde los políticos de élite no saben idiomas, donde los políticos mediáticos se conceden la libertad de aparcar en el carril bus y después sacar pecho en los platós porque han vilipendiado su condición de intocables.

Un país donde la iglesia impone dictados de ejecución, donde los manifestantes son radicales y los apolíticos concienciados son perroflautas, donde sigue latiendo una división de siglo XX que sigue abriendo heridas en pleno siglo XXI. Un país donde los ricos pueden evadir impuestos, donde los pobres no pueden acudir a la compra y donde Cáritas es acusada de revolucionaria por filtrar datos de realidad. Donde la reforma laboral da vía libre a los empresarios avariciosos y donde los sindicatos se cruzan de brazos ante la flagelación de la clase obrera. Donde los ricos cada vez son más ricos y los pobres cada vez más pobres, donde los valores son puestos en la balanza de la ideología y donde el estás conmigo o contra mí es el pan de cada día.

Se habla de país de pandereta. Se habla de valores y costumbre que, por ancestrales, hemos terminado asociando a una visión esperpéntica de la realidad. Si eres anittaurino eres antiespañol, si eres del Barcelona eres antiespañol, si no animas a Alonso o a Nadal eres antiespañol, si te manifiestas eres antiespañol, si no acudes a la llamada de socorro de quien no te necesita eres antiespañol.

¿Yo soy antiespañol? No lo creo así. Al fin y al cabo esta tierra me ha visto crecer y me inclino más al paisanajismo que al sentimiento patriótico en sí. No odio a España, pero no puedo sentirme español orgulloso en un lugar donde impera la injusticia, la avaricia, la represión y la acusación vil ante cualquier opinión. Me acusarán de progre como si aquello fuese el insulto de los amantes del olvido, de aquellos que creen haber reinventado una patria que ellos mismos han robado del corazón de quienes soñaron un mundo mejor. Me acusarán de idealista, de intolerante, de hipócrita, de maniqueo. Puede que lo sea todo, puede que lo mío sea desencanto y frustración, puedo equivocarme en el hecho, pero no puedo hacer cambiar mis percepciones.

Quizá llegue un día en el que la sanidad sea pública y universal y no una excusa para esconder éxitos, valorar fracasos y negociar impunemente. Quizá llegue un día en el que la educación se rija en base a los méritos y no en base al peso de un bolsillo y todos tengan acceso a una enseñanza de calidad independientemente del barrio en el que vivan. Quizá llegue un día en el que las cárceles españolas se vean pobladas de tipos que llegaron a la función pública para enriquecerse vilmente en lugar de para servir a los ciudadanos. Quizá llege un día en el que la meritocracia se imponga a la dedocracia a la hora de asignar cargos decisivos para el funcionamiento del país. Quizá llegue un día en el que los banqueros dejen de jugar a ser Dios y puedan ser juzgados por sus actos en igualdad de condiciones a las de un ciudadano de a pie. Quizá llege un día en el que las compañías energéticas dejen de vulnerar la ley de la competencia y ofrezcan al ciudadano una tarifa por la que puedan sobrevivir sin miedo al frío y la oscuridad. Quizá llegue un día en el que la Constitución se utilice como un arma arrojadiza contra el gobierno y no como excusa barata ante los idealistas. Quizá llegue un día en el que las noticias de importancia no se tapen con el resultado de un partido de fútbol. Quizá llegue un día en el color del pensamiento no sea un insulto sino, como mucho, un motivo para un cívico debate. Quizá llegue un día en el que una empresa forme a un trabajador para emprender un proyecto de futuro en lugar de explotarle para terminar con sus huesos en la calle. Quizá llegue un día en el que la etiqueta de héroe se le ponga a un padre o madre en lucha por dar de comer a sus hijos y no a un torero. Quizá llegue el día en el que los sindicatos se vistan por los pies y emprendan una lucha por defender los derechos de los trabajadores. Quizá llegue el día en el que a la hora de otorgar galones deje de preponderar la premisa de tanto tienes tanto vales. Quizá llegue el día en el que los deportistas, después del baño de masas que sucede a una victoria, tributen en su país las primas ganadas por la consecución de la misma. Quizá llegue el día en el que un deportista que haya defraudado a la Hacienda Pública no se recibido con vítores a la salida de un juzgado. Quizá llegue un día en el que expresidentes, exministros y exsecretarios generales, rechacen el erario público por jubilación el día que firmen sus multimillonarios contratos por empresas energéticas a las que ayudaron a crecer a golpe de decreto ley. Quizá llegue el día en el que el gobierno dicte órdenes de persecución contra delincuentes y no contra tuiteros y quizá llegue un día en el que dieciocho mil tuiteros no derramen su odio antisemita sólo porque han visto a su equipo perder una final. Quizá llegue el día en el que el Prime Time sea sinónimo de buenas películas y buenos programas y la ciudadanía no demande sangre, morbo y linchamiento. Quizá llegue el día en el que una diputada no desee jodienda popular contra quienes no piensen como ella y, en caso de desearlo, sea automáticamente censurada por su partido y apartada de la función pública. O quizá llegue el día en el que un candidato no desprecie a su rival por cuestión de género y, en caso de hacerlo, sea automáticamente censurado por su partido y apartado de la carrera electoral. O quizá algún día los dos grandes partidos dejen de tirarse los trastos a la cabeza y busquen soluciones en lugar de echarse en cara la generación de problemas. O quizá llegue el día en el que la gente deje de ser un rebaño de borregos prestos a dar su voto a un color sin dar cabida a la opinión de nuevas alternativas y el bipartidismo que tanto daño hace a nuestra democracia se convierta en un collage de alternativas que genere diálogo y soluciones. Quizá llegue el día en el que el gobierno no invente cifras e invite al optimismo mientras los niños desnutridos se van sumando por miles a lo largo del país. Quizá llegue un día en el que los periódicos vendan información verdadera y no opinión interesada. Quizá llegue el día en el que la mentira no tenga lugar en los medios y la demagogia, el insulto y la patraña terminen con los malos periodistas en el cajón del olvido. Quizá llegue el día en el que una mujer alcance un puesto de nivel gracias a sus aptitudes y no por el mero hecho del bienquedismo, que su imagen no sea utilizada y sus capacidades sean realmente valoradas. Quizá llegue el día en el que a miles de personas les dejen enterrar a sus familiares en un lugar cercano y digno, quizá ese día llegue antes de que la infamia pase al olvido y no se convierta en historia mal contada. Quizá algún día la justicia deje de ser tuerta para ser realmente ciega. Quizá algún día el fútbol deje de ser utilizado como anestesia contra los recortes. Quizá algún día los partidos políticos sean transparentes de verdad. Quizá algún día las políticas del gobierno se centren en lo que demandan los ciudadanos y no lo que les impongan cuatro tipos con traje con sueldos millonarios. Quizá algún día los ministros que reciban regalos por su gestión tengan la dignidad de dimitir y la excusa del "no me consta" pase a la reserva de las desvergüenzas de este país. Quizá algún día los expresidentes dejen de jugar a ser Dios y en lugar de lecciones de miedo y prepotencia, empujen con un consejo para ayudar al país a seguir adelante; y que el consejo no sea de administración de una empresa de electricidad. Quizá algún día el título de princesa del pueblo se le otorgue en este país a una mujer que realmente lo merezca como pueden ser cualquiera de nuestras madres, obligadas por una moral lacerante a verse convertidas en abnegadas amas de casa y supermujeres de la vida, y no se lo otorguen a la primera trasnochada que se hace famosa por meterse en la cama con el torero de turno. Quizá algún día la seguridad sea un derecho adquirido por el total de los ciudadanos y no por el pequeño círculo que pueda costearla. Quizá algún día nos pregunten a los ciudadanos si queremos vivir en un estado monárquico y republicano y si se optase por la segunda opción dejase de relacionarse de forma directa proporcional la república con la izquierda, porque quizá algún día España deje de ser de dos bandos y la guerra civil del treinta y seis sea un error del que aprender para no que no sea repetido y no un recurso barato para tirarse mierda a la cara. Quizá algún día el color de la bandera dé igual y deje de ser una horterada el vestir con el rojo y el amarillo simplemente por el mero hecho de presumir de lo que se siente solamente por despecho. Quizá algún día la gente sin recursos no se vea obligada a vivir en la calle a costa de una ley que favorece al más fuerte y deshaucia al más débil. Quizá algún día salga a la palestra una verdadera generación de jóvenes preparados que cambién el destino del país y no tengan que buscar su destino en un país lejano. Quizá algún día cualquier portada ácida de cualquier revista satírica sea vista como un ejemplo de sana meleficencia y no como un motivo para aplicar el viejo método de la censura. Quizá algún día los medios de comunicación informen. Quizá algún día de igual ser gay, ateo o abortista porque quizá algún día la iglesia deje de ser parte ponderante a la hora de firmar leyes, edictos y sentencias de mal gusto. Quizá algún día la casa real sea un ejemplo, o no sea nada, o sea lo que sea no sea la imagen de un rey con un elefante muerto o la imagen de un yerno con los bolsillos llenos de nuestro dinero.

A lo mejor ese día podría salir a la calle, podría enarbolar una bandera roja y gualda y podría gritar a los cuatro vientos que sí, que estoy orgulloso de ser español.

A lo mejor ese día.

Utopía.

lunes, 13 de enero de 2014

La familia y uno más

La familia es el nexo de unión entre la esperanza propia y la vida cotidiana. Uno nace imberbe, impune, indemne, insalubre; uno se convierte en insaciable, incauto, irresponsable, inquieto; y uno se acomoda en la sociedad de valores que uno mismo se representa: trabajo, salud y familia. En la familia se encuentra el motivo diario más certero por el que luchar cada segundo de vida, por el que respirar cada gramo de aire, por el que dar un paso más hacia el vacío de la incertidumbre.

En mi familia somos, desde hace casi un mes, uno más. Las paredes de mi casa encierran más esperanza, más miedo, más amor, más temor ante el futuro. Espera un vacío y un camino de baldosas amarillas que hay que cruzar con precaución. Esperan tropezones, caídas y levantarse de nuevo. Mirar hacia adelante, añorar mirando hacia atrás y construir una vida ladrillo a ladrillo. Nosotros seremos la argamasa, pero solamente él será el albañil de su vida. El arquitecto de su porvenir. Desde hace casi un mes existe un motivo más por el que no dejar de luchar cada mañana. Hay días en los que cuesta levantarse, pero son muchos más los que se siente satisfacción al acostarse.

Bienvenido al mundo. No sueltes mi mano.