jueves, 9 de marzo de 2023

Que cada palo aguante su vela

Vicote se sentó ante el televisor para escuchar el anuncio del presidente del gobierno:
- Vamos a suprimir la Seguridad Social.

Por fin, ahí estaba su victoria. Vicote llevaba mucho tiempo machacando a sus conocidos. "La sanidad para el que se la quiera pagar", "¿Qué eso de todo gratis?", "Yo tengo mi seguro privado y por cien euritos al mes tengo todas las coberturas que quieras y además no tengo que esperar dos semanas para que me vea un médico".

Desde que había visto a Abusal en los informativos de la noche el día que le comía la gripe y las consultas estaban saturadas, había sabido que aquel era su hombre. Abusal, líder del Frente Populista Nacional, abogaba por el liberalismo salvaje. "Que cada palo aguante su vela". "Y el que no lo aguante que se vaya".

"España está infectada por tipos que quieren vivir a nuestra costa", repetía Vicote una y otra vez mientras cargaba cajas desde el camión para guardarlas en el almacén del supermercado para el que trabajaba. "Además, yo nunca me pongo malo y si lo hago, para eso tenemos el médico de la empresa". Claro estaba que en su empresa no existían las bajas por medio a verse represaliados.

Así que como agradecimiento a un jefe que nunca conocería y por admiración a Abusal, votó al FPN en las elecciones generales. Y el FPN arrasó porque España estaba llena de Vitotes que se creían clase media pero que, como decía el rojo de su cuñado "Están más cerca del mendigo del parque que del dueño de su empresa". Así que el día que escuchó que la Seguridad Social desparecería y que cobraría más dinero en su nómina, abrió una cerveza de marca blanca y se la bebió de un trago. "Que cada palo aguante su vela. Y el que no lo aguante, que se vaya".

No tardó en recibir una carta de su compañía aseguradora:
"Nos complace comunicarle que la póliza contratada pasará a costarle quinientos euros mensuales a partir del próximo recibo y que las coberturas hasta ahora incluidas pasarán a pagarse como un tratamiento alternativo no incluido en la cuota".

Se mareó, necesitó un médico y entonces supo que tenía que pagarle si quería que le atendiese, así que buscó un baso de agua, trató de tranquilizarse y recordó aquella manida frase de aquel ministro al que tanto admiró de joven: "Es el mercado, amigo".

La subida de la nómina apenas fue de cuarenta euros porque Hacienda somos todos, bueno, casi todos, y de alguna manera hay que compensar, que los chanchullos no salen solos y los chiringuitos hay que pagarlos. La ansiedad por la necesidad de vivir como lo hacía le hizo caer en una depresión, pero no podía pedir la baja porque el médico de la empresa no se la firmaba ¿Dónde quedaban aquellos comprensivos médicos de la Seguridad Social?

Como dejó de rendir, le dieron una cartita con los diez días por año trabajado aprobados en la última reforma laboral y debido a su sentimiento de fracaso se dio al vino hasta el punto de perderlo todo y necesitar un trasplante de riñón con un coste de cuatro cifras que jamás podría pagar. Entonces se acordó de su cuñado y supo que realmente había estado siempre más cerca del mendigo del parque que del dueño de su empresa. Frente a él descubrió un cartel electoral con el lema que aupaba a Abusal a su reelección: "Que cada palo aguante su vela".

Detrás del cartel había un puente, bajo el puente una vía y sobre la vía un tren. "Y el que no lo aguante, que se vaya", dijo en voz baja antes de saltar y dejar España sin uno de los tipos que añoraban una ayuda de parte del Estado.