
Escuhando se aprende. Se aprende a saber, se aprende a no errar, se aprende a ser precavido, se aprende a ser atrevido. Se aprende a vivir, también. Y, sobre todo, se aprende a empatizar. Ponernos en el lugar del otro, eso que tanto nos cuesta en esta sociedad de ombliguismo en la que nos pensamos, constantemente, que todas las vicisitudes; tanto fortuna como desgracia, nos apuntan con el dedo directamente sólo a nosotros.
Estamos muy acostumbrados a gritar, a creernos los dueños de la razón, a enseñar y a presumir. Pero nos iría mucho mejor si aprendiésemos, de una puñetera vez, a escuchar.