miércoles, 2 de diciembre de 2020

No lo quieren entender

Hay gente que vive pegada a su propio ombligo, que la realidad no es más que un día a día consigo

mismo, que no dejan que la verdad, esa cruda consejera del destino que habita ahí fuera, les estropeen los planes, que no quieren que las consignas lleguen a sus oídos pues prefieren ser sordos o ciegos antes que lúcidos y comprensivos. Porque no lo quieren entender. Porque prefieren vivir ajenos al mundo, de espaldas al noticiario y con los ojos cerrados ante la muerte. Prefieren ser kamikazes, dibujarse una sonrisa forzada y, lo que es peor, jugar a dar lecciones de dignidad al resto del mundo.

¿Acaso creen que a mí no me gustaría dar rienda suelta a mis planes y conciliarme conmigo mismo alegrando la vida a quienes me rodean? ¿Acaso piensan que todos los besos que me han robado los tengo en el cajón del olvido y que vivo impasible ante la falta de contacto? ¿Acaso llegan a suponer que mi decisión es fruto de la desidia en lugar de ser preso de la responsabilidad?

A todos nos gusta vivir acorde a los cánones de felicidad y bienestar que dicta la sociedad. A todos nos gustaría quitarnos la mascarilla, abrazar a nuestros padres e incluso compartir una botella de vino con quienes creemos que nos han marcado el devenir. A todos nos gustaría hacer planes y pasar la Navidad en familia, como siempre. Pero preferimos atarnos las manos, cerrar la boca y dejar que se escape la lágrima, porque una cosa es arriesgarse a celebrar como siempre y otra, más grave, es no volver a celebrar nunca.

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