viernes, 23 de agosto de 2024

Club Estado

A menudo solemos escuchar cantos de insatisfacción desde púlpitos de saciedad exclamando protestas ante la posibilidad de encontrar un rival en el camino o una piedra en el sendero y tratamos de discutir en balde contra aquellos tarugos de la incomprensión que dicen que Guardiola dispara con balas de cañón, que el PSG juega con la ventaja de los petrodólares o que otros equipos, que siguen sin deponer las armas, cuentan con el apoyo de un estado saudí tras su gestión lo que dan a denominar como Club Estado de una manera cruenta e indescriptiva con la intención de hacer saber que las victorias de su equipo, el único que debe haber en el mundo, están sulfatadas de heroicidad y admiración porque ya sabemos que están sólos contra todos y que no hay más ciego que el que no quiere ver y, sobre todo, el que no quiere escuchar la verdad del barquero.

Y la verdad es que el Real Madrid saldó su deuda gracias a una inyección de dinero proveniente de una recalificación ilegal aprobada por el Ayuntamiento del Madrid en connivencia con el gobierno de España, que su presidente, cabeza invisible en cada caso de corrupción, se ha lucrado a nuestra costa después de desastres como el Castor o las ruinosas autopistas, que consiguió un crédito multimillonario de Caja Madrid cuando miles de ancianos perdían sus ahorros por maniobras ilícitas de una entidad que aseguró haber quebrado, que ha recibido decenas de créditos ICO a un interés irrisorio cuando estos deberían estar destinados a fines menos lucrativos en lo general y más productivos en lo particular, que ha conseguido que la Comunidad de Madrid diseñe a una política fiscal a medida de sus millonarios fichajes, que ha logrado, así a dedo y por seis milloncitos de nada, un terreno para un parking que el consistorio de Madrid había tasado en quinientos millones, que se pasa por el forro las normativas de ruido teniendo a los ediles públicos dispuestos a recurrir sentencias, que cuenta con la connivencia de los medios de comunicación, los estatutos deportivos y los comités de arbitraje, que se puede permitir negocios con aquellos países del petróleo cuya inyección en rivales tanto critica sin la necesidad de llamarlo palancas y que, sobre todo, saca pecho por una gestión intachable cuando la realidad es que, sin un estado detrás, no hubiese logrado ni la mitad de lo celebrado.

Y todavía se atreven a decir que otros son los clubes estado.

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