martes, 19 de octubre de 2010

El síndrome del madridista

Suele ocurrir, y muy a menudo, que el éxito se sube a la cabeza. Les suele ocurrir a los aficionados del Real Madrid, mucho más a menudo aún, que la costumbre se convierte en soberbia y la soberbia en ceguera. "No hay peor ciego que el que no quiere ver", dijo un sabio. Es por eso que, cuando vienen buenas todo es alegría y alborozo, todo es humillación y egocentrismo, todo es blanco y el si llueve no es culpa de ellos. Pero cuando vienen malas todo es descrédito y malicia, todo es culpa del árbitro, siempre será mejor su pasado y, en las peores situaciones, "a mí no me gusta el fútbol". Al representante del éxito le cuesta un mundo mirar más hacia allá de su ombligo.

Algo parecido le está ocurriendo al presidente del gobierno. Más centrado en idealizarse que en gobernar, sigue observando, cada vez con mayor ceguera, la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el propio. Cuánto más actúa políticamente como un madridista, más opciones de victoria le da a la oposición. Así es fácil, el PP ganará por inercia, no por méritos propios. Zapatero se está comportando como el aficionado soberbio que antes de un partido ya sabe que le marcará media docena de goles al equipo rival. A un equipo del que ni siquiera conoce su historia. "Estarán otros cuatro años en la oposición", dijo el sábado en león. Baja del burro, amigo, quizá si lo haces a tiempo no te dolerá tanto la caída.

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