miércoles, 3 de octubre de 2012

Naturaleza

Se puede estar todo un año esperando una feria, se pueden contar los días, descontar los minutos, suspirar por segundos, se puede planificar una semana, salir un día de procesión, al día siguiente de pinchos y en el último desparramar una despedida. Se pueden pronosticar sonrisas o imaginar una lágrima, se puede saber que vienen las cámaras de la televisión al pueblo y ensayar una pose por si acaso el foco se fija en tu persona, se puede aclamar al Cristo, lanzar vítores al aire, comprar cohetes para hacerlos estallar en el cielo, esperar a la noche para ver los fuegos artificiales o esperar al amanecer para comprobar que sigues siendo un niño en la treintena. Se puede volver a besar, volver a gritar, volver a sonreir. Se puede recordar, añorar, planificar y estudiar. Lo que no se puede evitar es que la naturaleza te mande una tormenta y te mande con tus planes a tomar por saco. Se puede temer y se puede lamentar. Se puede llorar y se puede maldecir. Mucha gente esperaba este día y a mucha gente el día le esperó con nubes grises y agua torrencial. Los lamentos al muro y las reclamaciones al cielo. Tanto implorar a veces trae consecuencias.

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