
Matilde era la madre de Óscar y Raúl. Probablemente, mis dos mejores amigos de la infancia. Durante años nos acostumbramos a sus hilarantes cambios de humor, a sus canciones tarareadas tras la ventana y a las conversaciones con el abnegado Leopoldo. Como a todas las madres del portal, la mirábamos con cariño porque en ella veíamos el mismo esfuerzo y amor que reconocíamos en nuestras madres; aquellas mujeres de hierro que vivieron por y para sus hijos.
Su marcha nos cogió de sorpresa a todos. La veíamos a menudo, casi siempre en el umbral del portal, mientras esperaba a alguno de sus hijos o a su marido, y nos contaba sus cosas, nos preguntaba y nos deseaba salud. Se echarán de menos sus canciones en el patio de vecinos, sus discusiones divertidas, sus consejos de madre. Se echarán de menos tantas cosas que nos cuesta mirar hacia atrás y darnos cuenta que, si miramos hacia delante, es demasiado poco tiempo el que nos queda para seguir reviviendo viejas historias.
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