lunes, 4 de junio de 2018

Deriva democrática

La deriva democrática está conduciendo al Partido Popular a convertirse en una parodia de sí mismo. En una jornada que se presentó como histórica, el presidente del Gobierno prefirió pasar la tarde en un restaurante antes que dar la cara ante el congreso. Podía haber ido más allá, pero al menos tuvo la decencia de despedirse en el hemiciclo y pasarle los trastos a su predecesor, no sin antes dejar de desearle mala suerte en el escenario político. Un curioso juego el de los dos contendientes, ambos deseándose suerte en lo personal pero mala suerte en lo político, como si lo que importase, una vez más, no fuese el país sino sus propios ombligos.

Traspasado el poder y en visos de poder formar gobierno, el nuevo presidente se encontrará con una enmienda, por parte del Partido Popular a unos presupuesto que ellos mismos aprobaron. Es como el anuncio aquel en el que el dueño del tablero se llevaba el juego a su casa si no aceptaban sus condiciones. Bueno, pues después de hacerlo ahora dicen que sus normas llevaban trampa.

Entiendo a los que dicen que les gustaría volver a votar y entiendo a los que consideran a Pedro Sánchez como una persona deslegitimada para gobernar. Puedo entender los argumentos, pero no puedo entender nunca que se defienda a un partido condenado y que ahora, para no perder la partida, monta una pataleta con tal de impedir el desbloqueo del ejecutivo.

Definitivamente no importa el país, sino sus propios ombligos.

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