jueves, 16 de abril de 2020

Conocerse a sí mismo

Corremos tanto y tan deprisa que, cuando, de manera imprevista, nos vemos obligados a echar el freno de mano, nuestra vida da un trompo y gira ciento ochenta grados para ponernos contra la pared y contra la vida. De repente reflexionamos, recordamos, nos ponemos en solfa con nosotros mismos y nos empezamos a reconocer, porque la mácula de cualquier persona queda con la juventud, cualquier paso dado desde entonces está marcado más por las circunstancias que por la inocencia, no queda nada de color blanco en nuestras decisiones y todo queda marcado por el gris que impera con el tiempo y que seduce nuestra sinrazón.

Hemos vivido tan deprisa que, durante tiempo, hemos seguido creyendo que éramos el niño que fuimos y no el adulto que somos, que los chicos que corren a tu alrededor son tus hijos, que la persona que aguanta tus frustraciones es tu compañera de vida, que todo lo que dejaste atrás son miedos y que lo que queda delante no son todo certezas sino recuerdos, ciertas ilusiones y todos los arrepentimientos que forjaron nuestra personalidad. De repente nos quedamos solos y, de repente, empezamos a conocernos.

Porque cuando creíamos tenerlo todo nos damos cuenta que no tenemos nada, porque donde no hay nada vuelve a haber un principio, porque todo principio da miedo y porque todo miedo está fundado en la incertidumbre. Lo desconocido nos aterroriza, nos aplana, nos pone contra la pared y cuando reflexionamos sobre lo que podemos llegar a ser preferimos cerrar los ojos y seguir soñando, porque la realidad, siempre, es mucho más dura que la ficción.

No hay comentarios: