lunes, 16 de noviembre de 2020

El discurso genocida

China ha vencido al virus después de un confinamiento estricto y ahora la economía del país funciona a

pleno rendimiento y aprovecha el parón del resto de economías, aún enfrascadas en una lucha sin cuartel contra sus propias contradicciones. Algo parecido empieza a ocurrir en Australia donde, después de una salvaje primera ola, decidieron que la segunda no les iba a pillar con las manos en los bolsillos y tuvieron a la gente en casa por espacio de dos meses. Sin hostelería, sin servicios no esenciales, sin movimiento por las calles.

Lo que está ocurriendo en España se parece más a un descalzaperros que a una política preventiva; nos estamos empeñando en salvar la economía dejando a la salud en un segundo plano cuando la verdadera razón de una política por la ciudadanía sería la de preservar la salud de su gente para, luego, reactivar el sector económico. Cada vez que escucho que nos estamos arruinando al tiempo que muere gente, pienso en qué clase de políticos tenemos capaces de priorizar que la gente pueda tomarse una caña antes de asegurar una cama en un hospital para aquellos que puedan caer enfermos.

A mí me gusta salir a tomar una caña, seguramente tanto como al que más, pero si somos conscientes de la realidad, si nos paramos a pensar un momento en lo que está sucediendo en el mundo, deberíamos tomar el camino de la precaución y, sobre todo, el de la salvaguarda, porque, ya que somos egoístas con nosotros mismos, no lo seamos con quienes nos rodean, porque todos tenemos padres y muchos tienen abuelos que, sin haberlo buscado ni deseado, se han convertido en verdadera población de riesgo.

Por ello, cada vez que escucho eso de que si no nos morimos del virus nos vamos a morir de hambre, pienso en que, quizá, sin cayese un meteorito sobre la tierra, desapareciese un continente y el invierno eterno nos cubriese con su amenaza de fin del mundo, serían muchos los que dirían que no nos pusiéramos a salvo pues los bares iban a cerrar y mucha gente se iba a morir de hambre. Claro, y más se van a morir si seguimos así, porque con este discurso genocida en el que se priorizan a los sanos sobre los enfermos, jamás terminaremos con el virus y jamás, como ya han hecho en China y Australia, volveremos a funcionar a pleno rendimiento que es, al fin y al cabo, el único objetivo que deberíamos tener en mente.

No hay comentarios: