jueves, 10 de marzo de 2022

Salamanca

Salamanca es la ciudad a la que siempre vuelvo para encontrar un pedazo de juventud y reencontrarme con dos amigos de verdad. Porque Salamanca es la ciudad de Marcos y Juanra, es una noche fría buscando un garito decente, una copa de balón a precio de oro y un pincho de carne a la parrilla en Van Dyck mientras las calles van bullendo de gente que busca, como yo, un lugar donde donde postrar su sonrisa.

Salamanca es majestuosidad revestida de piedra de Villamayor, es corte clásico y confección adusta, es un paseo por la calle Toro sorteando personas, es una bajada hacia el convento de San Esteban para dejar que el sol de la mañana te reciba de frente mientras observas la fachada plateresca y dejas que el pasado te engulla con cientos de leyendas forjadas en libros de estantería vieja y suelo de mármol.

Salamanca es un viaje en familia introduciendo elementos para que los más pequeños conozcan jugando y los mayores viajemos de nuevo recordando. Un helado de dos bolas, un astronauta imposible, cien conchas frente a la vista y una rana sobre una calavera cuyas ancas sólo pueden ver a la primera los que conocen el lugar y han machado sus pies sobre los adoquines de piedra. Salamanca es volver al huerto, buscar una penúltima foto y prometerse regresar más pronto que tarde porque allí te siguen esperando con los brazos abiertos y el alma encendida. Porque aquel fue nuestro primer viaje y jamás será el último.

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