miércoles, 10 de enero de 2024

El precio

Desde que el mundo es mundo y nos mueven las envidias y, por ende, el odio, los ciudadanos, ahora ya supuestamente civilizados, nos unimos de vez en cuando, generalmente un domingo, a celebrar eso que llaman fiesta del democracia con el objetivo de impedir que gobierne aquel al que nosotros no queremos. Porque no nos vamos a engañar, si votamos es más por consecuencia que por conciencia ya que imaginar un escenario con los de enfrente en el poder nos causa sarpullidos mentales y nos pone de frente con una realidad a la que no queremos mirar a los ojos.

El problema es cuando el precio a pagar es mucho más caro que el prometido. Porque nadie contaba con el escenario y porque pocos contaban con que mirar hacia otro lado iba a suponer una herida de difícil cicatrización. Yo, por mi parte, voté para que la ultraderecha no entrase en el gobierno y de aquel polvo ha llegado un barro en el que el presidente del gobierno, por más que trate de acallar el ruido con necesarias medidas anticrisis, ha de tener que rebozarse una y otra vez mientras sus enemigos le recuerdan los sucia que lleva siempre la camisa.

Es el precio a pagar por evitar el mal mayor. Es el precio a pagar, en fin, por mantenerse en el poder.

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