jueves, 25 de enero de 2024

Urgencias

Hacía tiempo que no vivía una época de urgencias como la actual. Me refiero al terreno laboral, claro, que luego cada uno tiene su propia conclusión y aquí estoy yo, aguantando mi vela, mientras trato de capear un temporal cuyos vientos vienen cada vez más fuertes y revueltos. A la suma de obras se añade la suma de jefes y, con todo, la suma de trabajos. El problema es que cada uno cree que su trabajo es prioritario sobre los demás y cuando no debo priorizar un contrato debo hacerlo con una factura y si no con un comparativo y sino con un control de costes y así, con la lengua fuera todo el día y el corazón desbocado cuando me meto en la cama por la noche, empiezo a vivir una situación angustiante de la que trato de salir de la mejor manera posible; tratando de desconectar y tratando de no llevarme nada a casa. Realmente lo consigo y durante horas soy capaz de olvidar, hasta que llega la oscuridad y antes que el sueño llegan, de nuevo, ahí, las urgencias.

Dicen que la mejor manera de escapar es salir corriendo, pero también dicen que correr es de cobardes y conmigo no van a poder un puñado de papeles.

Eso espero.

miércoles, 17 de enero de 2024

El misterio de la cripta embrujada



Otro de los libros que nos mandaron leer en el colegio fue "El misterio de la cripta embrujada" de Eduardo Mendoza. Solamente leer el título ya llamaba la atención. La historia, trufada de varios personajes, cuenta la investigación de un inspector de policía sobre la desaparición de un niño. Para ello contará con la ayuda de un ex convicto y la hermana de este. Una aventura por la Barcelona de mitad del siglo XX que nos enganchó a todos gracias a sus giros y sus intrahistorias. Una buena primera novela para iniciarse en el hábito de la lectura.

miércoles, 10 de enero de 2024

El precio

Desde que el mundo es mundo y nos mueven las envidias y, por ende, el odio, los ciudadanos, ahora ya supuestamente civilizados, nos unimos de vez en cuando, generalmente un domingo, a celebrar eso que llaman fiesta del democracia con el objetivo de impedir que gobierne aquel al que nosotros no queremos. Porque no nos vamos a engañar, si votamos es más por consecuencia que por conciencia ya que imaginar un escenario con los de enfrente en el poder nos causa sarpullidos mentales y nos pone de frente con una realidad a la que no queremos mirar a los ojos.

El problema es cuando el precio a pagar es mucho más caro que el prometido. Porque nadie contaba con el escenario y porque pocos contaban con que mirar hacia otro lado iba a suponer una herida de difícil cicatrización. Yo, por mi parte, voté para que la ultraderecha no entrase en el gobierno y de aquel polvo ha llegado un barro en el que el presidente del gobierno, por más que trate de acallar el ruido con necesarias medidas anticrisis, ha de tener que rebozarse una y otra vez mientras sus enemigos le recuerdan los sucia que lleva siempre la camisa.

Es el precio a pagar por evitar el mal mayor. Es el precio a pagar, en fin, por mantenerse en el poder.

martes, 9 de enero de 2024

La fragilidad de la vida

Dijo John Lennon que la vida es aquello que pasa mientras hacemos planes. Es tan cierto como que no somos conscientes de la fragilidad de la vida hasta que nos encontramos de bruces con nuestra propia interpretación. Un tropiezo puede ser subsanado con una promesa, pero cuando es la muerte la que aparece para arrancarnos las tripas de un zarpazo, es cuando somos conscientes, de verdad, de que estamos aquí de paso y que todos aquellos planes que no cesamos de idear no son más que un cruce de caminos en el que nunca elegiremos la opción correcta.

Nuestro inconformismo nos hace situarnos siempre del lado del qué será, porque cuando lo tenemos todo no somos conscientes y cuando no tenemos nada gustamos de regodearnos en la miseria, pero la realidad, más cruda que torpe, nos habla con frases tan costumbristas que a menudo decidimos hacer oídos sordos y seguir imaginando imposibles con tal de no afrontar el futuro con sencillez. Lo importante es tener salud, nos dicen y es tan elocuente y tan de perogrullo que tratamos de sonreir mientras pasamos palabra y seguimos en el camino por inercia. Muchas veces sin tener claro hacia donde vamos.

La muerte nos ha vuelto a poner de cara a la realidad. Una ausencia en un grupo de primos es un latigazo en el alma y un zarpazo a los sueños de realidad. La prima Gema se marchó rápido, tan rápido que apenas hemos sido capaces de digerirlo. Ya no estará más en los saludos mañaneros, ni en las felicitaciones anuales, ni en los chascarrillos espontáneos. Al final dejamos los planes a un lado y nos acomodamos a situaciones cotidianas; sacar el móvil y pulsar la pantalla. Ya no habrá más emoticonos y sin embargo, los que seguimos aquí, nos quedamos con una triste sensación de oportunidad perdida. Tanto tiempo para poder vernos que al final la vida se nos pasó haciendo un plan en el que no creímos. Y al final nos terminamos viendo enjuagando una lágrima y musitando una promesa. Otra vez será. Quizá. Pero cuando sea, por nuestra dejadez y nuestra manera de vivir de espaldas, será con una menos.

Descansa en paz, prima.

martes, 2 de enero de 2024

Magnus Wislander

Los libros de historia del deporte están llenos de páginas glosando las bondades de tipos que hicieron una gesta o cumplieron una promesa, los hay más audaces capaces de conducir en su locura a todo un país, están los pioneros, aquellos cambiaron para siempre el libreto y luego están los tipos en los que cabe todo un manual de competición. Wislander fue al balonmano lo que Lebron pudo ser más tarde al baloncesto, un tipo capaz de jugar de todo y todo hacerlo bien, una sonrisa que contagiaba a un país y un esfuerzo constante para convertirse, sin duda, en uno de los mejores de la historia y en un referente para toda una generación.

miércoles, 25 de octubre de 2023

Cómplices de la masacre

Nada como una guerra para poner frente a frente las vergüenzas y desvergüenzas de aquellos opinadores que, en base a su propia convicción, creen aportar la verdad del resultado cuando realmente están emitiendo un sesgo vestido de sangre y bochorno. Porque aunque se muestren como diferentes, como con aquellos imanes con los que nos hacían jugar de niños, hemos podido comprobar que todo polo opuesto termina por atraerse, pues cuando más se acercan a la mierda más cómodos se sienten en el revolcón.

La postura cómoda y, para qué lo vamos a negar, más lógica a la hora de tomar partido por uno de los contendientes en la cruenta guerra que se está librando en Oriente Próximo, es la de ponerse del lado de Palestina. Porque Israel, un estado que apenas existía hace ochenta años, lleva tanto tiempo vilipendiando y acorralando a un pueblo que era cuestión de tiempo que los oprimidos terminases levantándose contra el opresor. Ahora bien ¿Significa esto que se puede justificar un atentado indiscriminado como el que cometió Hamás para dar inicio al conflicto? No, por favor.

Miles de tipos se han lanzado a los micrófonos y los teclados para decir que sí, que ya basta y que ya era hora. Y claro que ya basta y ya es hora, pero nunca podemos justificar, ni mucho menos aplaudir una masacre contra la población civil por más que en esa población haya gente cómplice con la tortura y el sometimiento.

Pero no nos vayamos mucho más lejos, porque en el otro lado de la trinchera y con la comodidad que aporta el tiempo y la distancia, los pregoneros de la pulcritud han salido a dar su apoyo a ese ser tan inmoral como Netanyahu, ese tipo que, para poder satisfacer su sed de sangre y su ceguera de odio, ha decidido arrasar con una región sin detenerse a pensar si allí hay mujeres, hombres y niños inocentes. Qué más da si así damos rienda suelta a nuestro ego.

Con el tiempo, muchos de estos niños que están viviendo tal masacre, terminarán radicalizados y esparcidos por el mundo pregonando una guerra santa como tabla de una salvación a la que sólo creerán llegar gracias al odio que les han inculcado. Porque el odio es el motor que apaga el mundo. El odio de dos pueblos, dos religiones y el odios de todos esos tipos que se ponen en pie para señalar con el dedo a todos los malos.

Y aquí no hay buenos ni malos lo que sí hay es una guerra motivada por el tiempo y sustentada por las ansias de poder, una guerra que si bien no servirá para aprender nada al menos sí está sirviendo para señalar a todos aquellos que justifican la muerte, los mismos que portan el odio, los mismos sobre los que se sustenta la basura que habita en este planeta.

jueves, 31 de agosto de 2023

El verano

El verano es ese lugar común en el que los sueños y las realidades se enfrentan en un combate cara a cara. Por un lado están los viajes y los planes de corta estancia y por otro lado están los fines de mes y esos apuros contables que te dicen frena y te obligan a reflexionar. Quizá las dudas terminen coartando las expectativas o quizá las expectativas se tengan que amoldar al régimen de las dudas.

El verano es esa instancia en casa ajena donde los formularios son de fácil proyección y cómoda elección, es ese lugar lejano donde perderte por una noche, es esa madrugada eterna en la que los sueños viajan en primera y los ojos, cerrados durante un par de horas, viajan a todo tren. El verano es una ventana abierta al futuro por el que no entra aire y una habitación a oscuras donde la respiración es el eco de nuestros fracasos.

Pero el verano vuelve a ser esperanza, promesa y certezas adoquinadas. La piscina vuelva a estar ahí, las charlas vuelven a cortar el aire y las sonrisas vuelven a discernir el ambiente. El verano ha sido el frío de Asturias y será una lluvia final mientras busquemos la Alhambra de Granada. Me gusta el verano, me gusta, sobre todo, saberme acompañado en cada uno de mis planes.

domingo, 30 de julio de 2023

Hacerse el sueco

Durante la antigua Grecia, y posteriormente en Roma, el teatro se convirtió en uno de los entretenimientos preferidos de la clase alta. En un recinto debidamente confeccionado para la ocasión, los actores saltaban a un escenario desde el que nacían varias filas de gradas, para recitar una obra aprendida de memoria y con el fin de satisfacer el deseo de goce de los asistentes.

Para ganar altura en las tablas, junto a los hombres que solían ser más altos, las mujeres comenzaron a calzar un zapato de madera que pasó a llamarse soccus (más adelante, lo conocimos como zueco). Aquel calzado, aparte de distinguir a las mujeres en el escenario, fue utilizado por los hombres cuando estos escenificaban una comedia, pues este calzado les convertían en más vulnerables visualmente, a la vez que toscos y torpes.

Semejante manera de actuar de los comediantes, calzado con aquellos aparatosos zuecos, caló entre el populacho y fue por ello que cada vez que alguien no quería enterarse de algo o se hacía el desentendido, se decía que actuaba como un actor con sus soccus, de manera torpe, mostrándose como poco inteligente, por lo que se comenzó a llamar a esas personas como soccus primero, zueco más tarde y sueco de manera definitiva.

De esta forma, cada vez que alguien hace como que no se entera de algo o quiere hacer ver que aquello no va con él, decimos que se está haciendo el sueco. No le interesa meterse en ese charco; prefiere hacerse el tonto y el torpe y que venga otro detrás, con menos comedia, a resolver el problema.

miércoles, 14 de junio de 2023

En contra de sus intereses

Dicen las estadísticas que el uno por ciento del total de la población española aglutina el noventa y nueve por ciento de la riqueza del país. Eso quiere decir, que de unos cuarenta y siete millones de habitantes, en España hay unas quinientas mil personas que pueden permitirse cualquier capricho. Si, además, añadimos aquellos empresarios de mediano éxito y aquellos empleados que, pese a trabajar por cuenta ajena, tienen una nómina bastante alta, podríamos redondear la cifra a un millón o millón y medio de personas, lo que nos deja a otros cuarenta y cinco millones haciendo cuentas mensuales sobre cómo podremos llegar a fin de mes y rezando y suplicando que no nos falten ni la salud ni el trabajo para poder conseguir que, ya no sólo nosotros, sino, principalmente los nuestros, puedan seguir sobreviviendo.
Existen cuarenta y cinco millones de personas a los que una mala decisión puede dejar sin vivienda, cuarenta y cinco millones de personas que pueden jubilarse poco antes de morir y cobrar una miseria, cuarenta y cinco millones de personas en riesgo de perder su puesto de trabajo, cuarenta y cinco millones de personas a los que cualquier subida en el precio de las energías y combustibles les puede trastocar sus cuentas mensuales, cuarenta y cinco millones de personas que miran al céntimo su compra cuando van al supermercado, cuarenta y cinco millones de personas que necesitan, o pueden necesitar el transporte público para viajar a su puesto de trabajo o a hacer cualquier gestión, cuarenta y cinco millones de personas que, en cualquier momento se pueden ver abocados a cobrar el sueldo mínimo, o peor, obligados a solicitar el ingreso mínimo vital, cuarenta y cinco millones de personas a los que una rebaja mensual en el IRPF les sabe a gloria y a respiro, cuarenta y cinco millones de personas que, siendo mujeres o padres, hermanos o hijos de una mujer, necesitan garantía para ese sexo considerado como débil y tratado como tal, cuarenta y cinco millones de personas que, en el caso de llegar una nueva pandemia, necesitarán el refugio de un ERTE como tabla de salvación y cuarenta y cinco millones de personas que han necesitado, necesitan o necesitarán un empujón en forma de beca para poder cursar sus estudios.

El gobierno de coalición, con todos sus defectos, sus traiciones y sus desplantes de los que podríamos hablar largo y tendido, ha aprobado, en esta legislatura marcada por pandemias, guerras y volcanes, una ley de vivienda que protege al inquilino de los precios abusivos, una subida de las pensiones que protege a los jubilados con menor poder adquisitivo, una reforma laboral que protege a los trabajadores temporales, una aplicación del tope de gas que protege al pequeño consumidor ante el abuso de las energéticas, una reducción del IVA en productos básicos que trata de proteger las listas de la compra, una bonificación el transporte que protege a los trabajadores y estudiantes en sus itinerarios diarios, una subida del salario mínimo que protege a aquellos ya bautizados como mileuristas, una rebaja en el IRPF que protege la nómina de aquellos que cobran lo justo para poder sobrevivir sin poder darse un mínimo capricho, un ingreso mínimo vital que protege a todas aquellas personas en riesgo de exclusión, una ley de garantía de la libertad sexual que protege a todas las mujeres potencialmente víctimas de un machismo aún arraigado en la sociedad, unos ERTES que protegieron no sólo a la mayoría de la población trabajadora, sino también a muchas empresas, durante la pandemia y un aumento, aún muy escaso, en el número de becas que protegen a todos aquellos estudiantes de familias de clase baja que aún tienen el sueño utópico de un mundo donde prevalece la meritocracia.

Entonces, después de ver y analizar todo esto y teniendo en cuenta que las políticas ultraliberales de la derecha española van en contra de las ayudas, subvenciones y servicios públicos, yo me pregunto ¿Por qué la gente vota en contra de sus intereses?

jueves, 18 de mayo de 2023

Pasa la vida

Cuarenta y siete ya. Aún recuerdo cuando inicié este diario de gracias y desdichas, allá por enero de 2009, tenía entonces treinta y tres año y ya me creía mayor y ahora digo eso que dice mi padre cada vez que le recuerdo los que cumplo: "Quien los pillara". Quien pillara ahora esos treinta y tres donde me quedaba todo por delante y mucho menos por detrás.

Pero así es la vida, etapas que se hacen cortas y momentos que nunca son largos por más que nos lo parezca. Miro alrededor y sigo conservando a mi gente y mientras así sea, seguiré celebrando los diecisiete de mayo como un regalo de la vida, porque cumplir no es mala señal, lo malo es ir acercándose al final del camino aunque sepamos que aún nos queda un buen trecho.

Así que soplaré las velas, me dejaré besar, me abrazaré conmigo mismo y celebraré un año más de vida mientras pido de nuevo el único deseo que quiero que me sea concedido. No lo diré, claro, porque todo el mundo sabe que si un deseo se cuenta nunca se cumple.