
Fueron cuatro horas de calzadas romanas cuesta arriba, caminos de polvo seco y sendas sinuosas entre pinos centenarios. Una pasada, vamos.
Lo peor fue casi la vuelta. Primero en el tren que llaman “De la naturaleza” y que es un simulacro de tren. Una cascarria de dos vagones que haría su primer servicio en los últimos años del franquismo. Por ello entendimos rápido su precio; cinco euros, viaje y atracción incluidos. Y después segundo palizón del día. Cuatro de la tarde, el chicharrero del peor fin de semana de agosto sobre la espalda y cuatro kilómetros picando hacia arriba para volver a por el coche.
No me extraña haberme pesado esta mañana y haber comprobado que peso cuatro kilos menos que el lunes pasado. Habrá que hacerse una de estas todos los sábados.
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