
Hay quien intenta llevar las cuestiones a su terreno. La cuestión del aborto la han convertido en una cuestión católica y no se dan cuenta de que el proyecto de ley ha fracasado porque suponía un atentando contra la voluntad de las mujeres y no a favor de la defensa del concebido, tal y como exclamaban. El aborto libre, tal y como ellos denuncian, tendría el peligro de que todas las embarazadas terminasen tumbadas en la camilla de un cirujano. No es así. No existe el aborto libre; existe el aborto consensuado, el aborto voluntario ante diferentes situaciones particulares y el aborto obligado por trauma personal.
Las leyes, más que con el cilicio entre las ingles, deben hacerse con la cabeza. Cuando los ciudadanos votan una opción no están reclamando una dictadura ideológica. Y si lo hacen, es que algo está fallando. Las leyes, hasta hace poco, fueron una cuestión católica antes de una cuestión de estado. Hablan de la transición y hablan de un estado laico, pero aún hay quien no ha entendido lo que todo eso debe significar.
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