miércoles, 21 de enero de 2015

Libertad de expresión

La libertad de expresión no es un canto al aire para componer una opinión según unos intereses. Considerando que el insulto y la falta de respeto, o decoro, están censurados por la propia moral, uno puede establecer unos límites y, dentro de ellos, generar opinión, debate o recurrir al humor. Nada es más sano que saber reírse de uno mismo. Nada es más peligroso que pensar que el mundo gira alrededor de tu ombligo y creerte señalado por cada una de las opiniones.

Sin embargo, nada es más humano que establecer unos límites dentro del compromiso ético. Cuando los límites se imponen por convinción religiosa es cuando el fanatismo saca a relucir su ira y, poniendo voz a su Dios, es capaz de generar terror entre quienes no representan su credo. Por otro lado, cuando los límites se imponen por convinción política, es cuando el poderoso saca su mano para firmar edictos o leyes que pongan en apuros a la población. Y es triste que eso ocurra en democracia.

Durante los últimos días, hemos escuchado a nuestros dirigentes con la boca llena del vocablo "libertad de expresión" y, mientras se apresuraban a ser fotografiados en París, junto a las cabezas visibles de los más importantes gobiernos europeos, firmaban con la mano de judas el edicto conocido como "Ley Mordaza", atribuían a ciertas concentraciones la consideración de "terrorismo" e imputaban a un cómico por un sketch en el que se aludía al partido del poder. Hablar es fácil. Cumplir es más difícil. La doble moral es, simplemente, hipocresía.

No hay comentarios: